Cuando Goliat premió a David, o David se premió a si mismo

Arq. Ramón Gutiérrez. CEDODAL. Argentina

En una curiosa Bienal Internacional de Arquitectura donde la gran mayoría de los pabellones no mostraban contenidos de arquitectura y conformaban “instalaciones” más propias de una Feria de Arte, las autoridades decidieron premiar justamente la falta de una participación protagónica de la arquitectura.

El 29 de agosto el Jurado de la Bienal de Venecia otorgó el Primer Premio “El León de Oro” a la reconstrucción de un Bar venezolano que hipotéticamente estaba en la azotea de la Torre David de Caracas un edificio inconcluso invadido por okupas. El Bar era la instalación de un Pabellón del conjunto auspiciado por el curador Mr. David Chipperfield y formado por el llamado Urban-Think Thank integrado por Justin McGuirk de Londres, Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner, junto al fotógrafo holandés Iwan Baan. El proyecto de la torre David inconclusa fue del arquitecto Enrique José Gómez y del constructor David Brillembourg (primo del premiado) con oficinas en Nueva York y Zurich. El Bar, denominado “Gran Horizonte” era considerado como un “pop-up” punto de encuentro informal en la Bienal (1).

Cabe aclarar que este stand, ubicado en la zona del Arsenal, no representaba oficialmente a Venezuela, cuyo Pabellón, realizado por Carlo Scarpa hace más de medio siglo en la zona de los jardines, tenía una Exposición denominada “Ciudad Socializante vs. Ciudad Alienante” con un catálogo con textos de Juan Pedro Posani y el Ministro de Vivienda Ricardo Molina acompañado por pinturas de Domenico Silvestro y un audiovisual con los testimonios de María Sojo. Esta era la versión oficial del Gobierno de Hugo Chávez en la Bienal. Las personas que atendían este Pabellón nacional desconocían la existencia del Bar de arepas y parrillada que complementaba el imaginario latinoamericano que Mr. Chipperfield y sus amigos habían montado.

El rascacielos inconcluso Torre de David tiene 45 pisos con 190 metros de altura y residen allí cerca de 3000 personas que ocuparon el espacio dentro de las políticas fomentadas por las carencias de vivienda. Carencias estas determinadas por el proceso de urbanización, la pobreza, los avatares de las inundaciones y derrumbes que asolaron la ciudad de Caracas en los últimos años. La reorganización de los modos de vida, la decoración de los ambientes que recoge el fotógrafo y los nuevos hábitos de esta “arquitectura sin arquitectos” es lo que ha terminado siendo curiosamente premiado por una Bienal de Arquitectura.

Aunque pueda parecer “políticamente correcto” este rescate de una respuesta ante la crisis de vivienda del continente, lo que se está premiando aquí no era realmente la solución del problema sino una iniciativa de emergencia que termina convirtiéndose en un camino, prestigiado por este Premio, para resolver sin compromiso del Estado ni de la sociedad, mediante la invasión y la ocupación, unas formas de supervivencia carentes de los adecuados servicios y las condiciones mínimas de habitabilidad.

La Torre de David testimonia el fracaso del neoliberalismo y la capacidad de sobreponerse a las situaciones de los más pobres y marginados de la sociedad, de modo que también representa una oportunidad de reconsiderar cómo se crean las comunidades urbanas”, explican los autores del proyecto (2). Se omite según opina el Diario El Universal de Caracas que la llamada Torre de David “no es precisamente una construcción “abandonada” u “ocupada” -como la llama Brillembourg- sino “invadida”. O que el edificio se ha convertido en una estructura infranqueable hasta para las autoridades policiales” (3). La Torre, que pasó a manos del estado luego de la crisis económica de 1994 debió haber sido reciclada o terminada para dar solución adecuada a las carencias de vivienda, pero, como señalaba Juan José Pérez Rancel en 2011 con aquella ocupación del edificio, comenzada en el 2007, “la promiscuidad cobró venganza y se instaló en las alturas, para alumbrar como un faro a la ciudad, proclamando el fracaso del populismo, de los falsos redentores, de la planificación, de la modernidad. El triunfo de la modernidad inconclusa sobre la posmodernidad prematura” (4).

El Colegio de Arquitectos de Venezuela consideró el Premio como una acción política otorgada a un “sofisticado happening para europeos ociosos” donde el Jurado, integrado por cuatro arquitectos europeos y uno estadounidense hablan de “nueva comunidad”, “nueva identidad” y de un “modelo inspirador” que sin dudas está premiando más a los habitantes que a los arquitectos (5). Inspirados en la “Civilización del espectáculo” que predominaba claramente en los Pabellones de la Bienal, esta decadente premiación de Goliat al pobre David es claramente una burla que testimonia la caricatura que ciertos sectores de la intelectualidad arquitectónica adjudican a nuestra realidad americana.

Esta realidad de postergadas respuestas de calidad hoy celebradas de esta forma insultante requiere entender, como dice claramente Anaxtu Zabalbeascoa, que “no se trata de censurar la intervención ciudadana. Al contrario, se trata de evitar convertirla en una moda que acabe con ella” (6). En el mismo sentido el arquitecto venezolano Henry Vicente reflexionaba aludiendo a esta admiración por el supuesto éxito de las ocupaciones en momentos en que Europa se sacude en sus propias crisis, parece “que estamos negociando con espejitos al revés, ahora somos nosotros los que los vendemos” (7). La presencia del Pabellón fue acompañada por un libro (que no estaba accesible a los visitantes) y que se remitió al Jurado. El mismo fue editado por Lars Müller Publishers de Suiza, que también contrató al fotógrafo para comparar Brasilia con Chandigarh (2010).

El cineasta Thaelman Urgelles, escribió un artículo donde decía: “El premio ¿es acaso un sarcasmo, una crítica del espanto a través de la ironía? Pues no, el premio se confiere con toda la sinceridad del curador y los jurados europeos, quienes nos miran a los latinoamericanos como especímenes de su particular espeleología social o, peor dicho, no pierden la oportunidad de alimentar su arrogancia al celebrar nuestra miseria y descomposición, elevándola a la categoría de arte”. Para el arquitecto Jimmy Alcock, Urgelles habla de la visión que Europa tiene de nosotros (8).

El ex Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, Marco Negrón detallaba aspectos de este proceso de ocupación del edificio: «Antes de la invasión, sin que ninguna autoridad interviniera para impedirlo, fue sometido a una intensa depredación por comerciantes informales que cargaron con todo lo que fuera transportable y tuviera valor. Sobre la vida interna del complejo, donde se calcula que habitan unas 700 familias en 28 de sus 45 pisos, se han tejido toda clase de historias difíciles de comprobar debido a la extraterritorialidad de facto de que goza la infraestructura; debe suponerse sin embargo que, como ocurre en toda la ciudad, se trata de una población mayoritariamente trabajadora y de conducta normal, agobiada por necesidades perentorias que, frente a una prolongada crisis, la inoperatividad del Estado y el oportunismo del Gobierno, encontró esa alternativa para resolver sus problemas más esenciales aun de manera extremadamente precaria”.

La determinación de esas personas, su coraje para no rendirse frente a la adversidad y la incompetencia oficial, son sin duda merecedores de los mayores elogios, no así la solución: los autores del libro sostienen, sin sonrojarse, que la Torre es “un símbolo del fracaso del neoliberalismo” cuando en verdad se trata de la consagración del capitalismo más salvaje: una pequeña oligarquía en la frontera del delito -la que lideró la ocupación- que ejerce su dominio sobre la mayoría en un territorio del que el Estado ha desertado, exactamente igual a como ocurre con los “pranes” en las cárceles o los azotes de “barrio” en muchas zonas populares. En un gesto de chocante demagogia Venecia ha premiado el atraso, la quiebra de la civilización, la miseria transformada en espectáculo al gusto de un público frívolo que ha agotado no sólo la creatividad sino hasta la mínima sensibilidad humana” (9).

Cabe señalar que la Torre David, a pesar de la buena voluntad de sus ocupantes que dicen haber expulsado a “los malandros”, tiene sus problemas. Fue recientemente allanada para buscar a un diplomático secuestrado y para decomisar armas. Un testimonio contemporáneo señala que “los malandros circulan en motos por las rampas de los estacionamientos, cobran peaje a toda hora a quien quiere bajar o subir; suceden más de cuatro violaciones diarias a niños y niñas, jóvenes y mujeres; han caído al vacío más de cuarenta niños (de meses y de pocos años de edad); se trafica todo el tiempo con drogas; roban a quienes regresan de sus trabajos, etc”. Lo ratifica también el arquitecto Oscar Tenreiro al decir: “no figuran en el panorama los dramas de niños caídos al vacío, de extorsiones diarias a manos de delincuentes, de venta de espacios, de promiscuidad, de complicidad con autoridades complacientes; más que ignorancia es idiotez” (10).

Los méritos de haber logrado un sistema de uso de electricidad y abastecimiento de agua potable, no impiden verificar la odisea de quienes habitan un edificio de esa altura sin ascensores y con carencias de todo tipo, unidas a estas circunstancias de degradación social.

Mientras tanto en Venezuela se comienza a poner en tela de juicio la conducta del grupo Urban Think-Thank por actuaciones anteriores. Aparentemente obtuvieron un financiamiento cercano al medio millón de dólares del Kulturstiftung des Bundes (Fundación Cultural de Alemania) para un proyecto llamado Caracas Case: Cultura Urbana Informal. Una manera interesante de estudiar la pobreza con cuantiosos recursos. También se les menciona como utilizando, sin dar el crédito correspondiente, los estudios que sobre la Torre David hicieron Ángela Bonadies y Juan José Olavarría (11).

Pero también están presentes las reflexiones sobre el significado de este Premio en la hora actual. Tenreiro acota que: “Se dice que ha premiado la miseria, lo cual en el caso que nos ocupa a los venezolanos no puede ser más cierto. Pero lo más significativo es que ha dejado muy en claro la hipocresía que cunde en estos espacios, la ignorancia, la frivolidad. Pero eso no es nuevo. Lo nuevo, para mí al menos, es verlo tan claro. La historia es la misma de siempre. Somos vistos como casos de estudio. Los europeos cultos se dan el lujo de ignorar o pasar por alto (para eso los ayudan los arribistas de aquí), que no hay posible autopromoción de los pobres que no pase por una búsqueda incesante de perfeccionamiento de la democracia” (12).

En definitiva un Premio que muestra más el desconcierto de una Europa que sale de la euforia de la “Arquitectura Milagrosa” de los “lápices de oro” de un Star system que ha saqueado, con la complicidad de los políticos y otros arquitectos protagonistas del arribismo y del doble discurso, la economía pública de varios países de aquel continente (13).

El poderoso Goliat europeo premió a David en Venecia o, en realidad, David Chipperfield se premió a sí mismo, usando el imaginario de la pobreza latinoamericana como la nueva excusa vanguardista.

Leyendas:
1. Véase Il Giornale dell´Architettura, Venecia, 28 de agosto de 2012.
2. Bosco, Roberta. “Venecia rompe con la arquitectura espectáculo”. El País. Madrid, 27 de agosto de 2012.
3. Falcón, Dubraska. “La Torre David fue reconocida con el León de Oro en Venecia”. El Universal. Caracas, 30 de agosto de 2012
4. Pérez Rancel, Juan José. “Metamorfosis. La venganza en la Torre de David”. Revista Medio Informativo, Facultad de Arquitectura, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 24 de junio de 2011.
5. Colegio de Arquitectos de Venezuela. Declaración sobre la XIII Bienal de Arquitectura de Venecia. Caracas, septiembre de 2012.
6. Zabalbeascoa, Anatxu. “Frente a la vanidad, latinidad”. El País, Madrid, 12 de septiembre de 2012.
7. Idem.
8. Alcock, Jimmy. Croquis CAV. Caracas, 23 de septiembre de 2012.
9. Negrón, Marco. “Venecia. La miseria como espectáculo”. Croquis CAV, Caracas, 11 de septiembre de 2012.
10. Tenreiro, Oscar. “El triunfo del Cinismo”. Croquis CAV, Caracas, 2 de septiembre de 2012.
11. Pintó, Matías y Pintó, Mateo. “LEÓN DE chORO”. En http://latorrededavid.blogspot.com.ar/
12. Tenreiro, Oscar. El triunfo del cinismo. Op. Cit.
13. Moix, Llatzer. Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim. Barcelona, Anagrama, 2010.

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