Carta Pública a un ministro de Educación Universitaria: Lo que significa ser Profesor Universitario

Por: Prof. Dr. Arq. Juan José Pérez Rancel, UCV, 1° octubre 2015.
Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela.

Le aclaro antes que nada que con este mensaje pretendo evidenciar una concepción del trabajo universitario, ausente en lo que engorrosamente han titulado “Segunda Convención Colectiva Única de Trabajadores del Sector Universitario-IICCUTSU”, instrumento que regularía en conjunto el trabajo de los profesores y el de los demás profesionales y técnicos que apoyan las actividades de la Educación de tercer y cuarto nivel, es decir, Superior.

Dicho esto, vuelvo al párrafo anterior, para resaltar el enunciado del instrumento laboral mencionado, el cual habría sido producto de “convenir” (de Convención), lo cual implicaría que las partes están de acuerdo porque algo les “conviene” (en otra acepción) a ambas. En este caso es algo diferente, pues dicho instrumento evidentemente conviene solamente a ustedes, quienes están convencidos y quieren convencernos de que el contenido de esa “Convención” sería lo justo que merecemos los Profesores y demás trabajadores universitarios a cambio de nuestro trabajo.

¿Qué es lo que merecemos los Profesores? ¿Qué merecemos quienes nos dedicamos a educar, a enseñar, a formar y guiar a la juventud? ¿Qué retribución merecemos quienes consagramos nuestro tiempo de vida útil a producir y transmitir conocimientos? ¿Cómo se recompensa este “trabajo”? ¿Cuánto dinero, vulgar y simple dinero, retribuye en pago lo que los profesores universitarios hacemos? ¿Cuánto más o cuánto menos importante, productivo, esencial, utilitario, trascendente, es nuestro trabajo, en comparación con el que hacen los sacerdotes, los economistas, los diputados, los jefes ministeriales, los jueces, los soldados o los generales? ¿En dónde está la Escala de los diferentes Valores de estas responsabilidades, para establecer quiénes ganan más o quienes menos? ¿Tienen los ministros y sus secretarios esa escala a la mano, durante las reuniones en donde dictaminan nuestros sueldos? ¿El sueldo de los ministros es igual al de los porteros del ministerio, atendiendo así al igualitarismo pregonado? ¿Debe un señor portero o una analista ganar igual que un ministro, respóndame?

Necesariamente, las respuestas a estas interrogantes, deberían estar como preámbulo en una Convención que pretenda asignar Valor a este singular Trabajo, que es el principal de las Universidades. Pero no están. Las respuestas a estas cuestiones serían parte de los principios que hipotéticamente guiarían el reconocimiento por parte del Estado –representado por usted-, de la importancia de lo que hacemos y de cuánto son importantes las Universidades para un Estado determinado. ¿Es importante formar a los jóvenes (vea que no digo en abstracto “la juventud”, piense en esa diferencia) para que sepan cómo y para qué surge el Conocimiento, cómo surgen, de dónde vienen y cuáles son los conocimientos para superarse y ser mejores ciudadanos? ¿Es importante conducir los espíritus juveniles hacia sus vocaciones, entusiasmarlos hacia la profundización de sus intereses, empujarlos a perseguir sus sueños, ayudarlos a trascender la banalidad, la superficialidad, la mediocridad, la idolatría, la mitología, lo fatuo, lo chabacano? ¿Es o no importante convertirlos en seres humanos críticos, inconformes, agudos, profundos, sensibles, igualitarios de verdad, solidarios de verdad? Si todo eso es importante, los profesores hacemos entonces algo vital para la sociedad ¿o no? Porque eso es lo que hacemos en la UCV y en las universidades autónomas, para que lo sepa. Si eso es importante, las Universidades son y han sido siempre vitales para los planes sociales del Estado, en toda la historia de las Universidades.

Pero ojo, los planes sociales no son tampoco cualquier slogan. Plan significa prever, prefigurar, ordenar el surgimiento de algo, modelar anticipadamente algo que se quiere alcanzar, etc. Que el Estado republicano planee y decrete para qué deben servir sus universidades, es una decisión que trasciende el tiempo mismo de la vida individual de un funcionario. Y de un gobierno. No puede ser esa una decisión ligera, superficial, sujeta a coyunturas o a caprichos ideológicos circunstanciales; menos puede estar sujeta a intereses bastardos, ajenos a la sincera confrontación de las ideas. Y Social significa… ¡¡¡ Ahhh, social, lo social…!!! Social es todo. Sí, ministro. Social no es solamente lo inmediatista de obligar a jóvenes bachilleres ilusionados y engañados a pasar a tropiezos una vía fangosa y pedregosa para la cual han sido mal formados, enfrentándose a seguros fracasos estudiantiles y, si acaso finalizan, a seguros fracasos profesionales. Social se refiere a La Sociedad, así con mayúsculas, ministro. No solamente a un pedazo de la desigual sociedad, o a un grupo o sectores de ella, más iguales que otros. Social es Toda la Sociedad, ministro, lo cual, a pesar de lo que crean usted y los otros, incluye a los bachilleres de todos los sectores sociales que aquí convivimos, entre los cuales se destacarán quienes demuestren sus aptitudes. E incluye a todos los profesores universitarios, entre los cuales se destacarán y serán desiguales quienes hagan méritos académicos, para que lo recuerde. Volvamos pues al final del párrafo anterior: “…las Universidades son vitales para los planes sociales del Estado.”

¿Cuál es el rol que este gobierno –ojo, no el Estado- quiere que las Universidades tengan para sus “planes sociales”. Éstos últimos no son los mismos que los que el Estado tiene o debería tener. El Estado es el formado por y para una República, a su vez constituida con una Constitución, que persigue fines más allá y muchas veces diferentes a los fines de los gobiernos que la administran. O que dicen administrar el Estado. En realidad, sabemos que los gobiernos quieren amoldar los Estados a sus propias ideas preconcebidas, estatuidas, proclamadas en sus propios manifiestos programáticos partidistas. Los planes sociales, pues, o las concepciones de vuestro gobierno sobre lo que es lo social, son diferentes de lo que la Constitución venezolana dice. Dicho esto, vayamos a lo que son las Universidades según la Constitución Nacional, las autónomas y las no autónomas.

No, no tema, señor ministro, no lo agobiaré con citas de artículos. Usted sabe que allí están escritos. Todos los firmantes de la IICCUTSU lo saben y conocen esos artículos. El problema es que se los saltan, que los desprecian, que los manipulan, que les molestan para sus planes partidistas, sectarios, para sus planes de un gobierno a espaldas de la Constitución. Por eso prefieren universidades hechas a vuestra medida, modeladas con vuestras ideas parcializadas, sesgadas de lo que deben ser las universidades, alejadas de lo que han sido las universidades en la historia y particularmente, lo que han sido las universidades venezolanas en nuestra historia republicana: contestatarias.

¿Saben ustedes lo sabrosa y enriquecedora que es una buena discusión académica? ¿Sabe usted lo útil y productivo que es ser criticado o convencido? ¿Sabe lo democrático que es aceptar estar equivocado? ¿Sabe lo bonito que es aceptar opiniones y hacerlas propias? ¿Sabe lo importante que es para “la Patria” que los jóvenes desarrollen su capacidad de criticar, sin temor a reglamentos, líneas partidistas, ideologías, amenazas, imposiciones o chantajes?

Y en relación con el trabajo que hacemos ¿sabe usted lo que es hacer una relatoría en un congreso, en la que se expresen todos los aportes, aún diferentes a los suyos? ¿Saben ustedes que dejamos de ser nosotros para convertirnos en los demás? ¿Saben lo que es preocuparse por la salud física y mental de sus estudiantes, más allá del aula? ¿Saben lo que es esforzarse en preparar clases que vayan a lo profundo del ser social que serán esos profesionales? ¿Saben lo hermoso que es firmar un Título de un graduado o recibir un correo de ellos después de años o recibir un elogio de un exalumno ya profesional exitoso y serio? ¿Saben lo que se siente cuando un alumno les pide que le coloquen la medalla, de pregrado o de postgrado? ¿Saben lo que se siente al descubrir un documento inédito en un archivo o atar cabos entrelíneas para formular una hipótesis y demostrar que ésta es verdadera o falsa? ¿Saben los profesores firmantes de la IIaCCU lo que significa ser tutor o jurado de Maestría o Doctorado, o ganar un Concurso de Oposición o recibir un premio o reconocimiento por méritos, o aprobar varios ascensos, bautizar libros, publicar artículos, presentar ponencias? ¿Saben? ¿Por qué el empeño en ocultar, borrar o disminuir nuestros méritos, lo cual es negar lo que merecemos? Discúlpenme, ya que ignoro sus méritos académicos, es probable que sí lo sepan, que usted sí sepa todo lo anterior, como deben saberlo otros ministros, unos más que otros (también ustedes son desiguales, bendito Dios)

¿Se convencería usted o sus secretarios firmantes de que la IIa. Convención es injusta? ¿Se convencerían ustedes y quienes dieron las órdenes que ustedes obedecen, de que esa supuesta “convención” no convenida, refrenda la inequidad social al marginar a los universitarios del derecho a mejorar la retribución por su trabajo meritorio? ¿Les parece a ustedes y a los 56 profesores que votaron ayer 30sept. a favor de esa “convención”, que lo que quieren pagarnos es equitativo en proporción a lo que le pagan a Tibisay Lucena o a quien preside el Tribunal Supremo? ¿El trabajo de ellas es más importante que el nuestro? ¿El trabajo del ministro de la defensa es mejor o más importante que el suyo, ministro? ¿Cuál igualdad sustenta usted al firmar esa farsa llamada “Convención”? En fin ¿vale la pena el tiempo que empleo en decirle esto, si sé que no lo leerá ni aceptará lo que le decimos? ¿Quién me paga por el tiempo que llevo escribiéndole esto a usted?

Le respondo yo mismo esas dos últimas preguntas, diciéndole que esto que le escribo no tiene precio, ni paga. La labor de enseñar no tiene tasas, así como el tiempo para enseñar no se marca en una maquinita a la entrada o la salida de un puesto burocrático. Invertir tiempo en explicar, en contribuir a buscar las verdades ocultas, no tiene un valor tangible, no puede calcularse. No es un gasto, no se hace en un asiento ni en una tarima de aula, no se desvanece con el cansancio físico. Enseñar a pensar, a investigar, a profundizar, a dilucidar, a criticar, a descubrir, a ordenar ideas o a inventar, no tiene una tarifa, no se hace en un cubículo, no dejamos el trabajo en la casa: nos lo llevamos en las noches y para los fines de semana ¿Cuánto vale lo que hacemos? Porque todo lo anterior y más aún, señor ministro, es lo que hacemos en las universidades nacionales autónomas, incluyendo a los 56 profesores que, Dios sabrá por qué, votaron a favor de su soga al cuello (para alguna vez recibir como iguales lo que vamos a conseguir) ¿Cuánto vale lo que hacemos, señor ministro, cuánto vale?

Post Scriptum:
Discúlpenme, pero todavía me falta copiar un corolario (Corolario: “proposición que se deduce por sí sola de lo demostrado anteriormente”) a este escrito, que pretendió ser para contribuir a la Enseñanza, lo cual es una parte del trabajo de los profesores universitarios de la UCV y de las numerosas Universidades venezolanas Autónomas, Libres y Democráticas.

Se trata de una oportuna y bastante usada poesía, de los mejores tiempos de nuestro Benedetti, que los venezolanos hoy enfrentados conocimos por varias versiones con la música del también uruguayo Quintín Cabrera, cuando en Venezuela marchábamos juntos: nosotros y los que ahora son gobierneros.

SERÉ CURIOSO
En una exacta
foto del diario
señor ministro
del imposible

vi en pleno gozo
y en plena euforia
y en plena risa
su rostro simple

seré curioso
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe

de su ventana
se ve la playa
pero se ignoran
los cantegriles

tienen sus hijos
ojos de mando
pero otros tienen
mirada triste

aquí en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse

los estudiantes
y los obreros
ponen los puntos
sobre las íes

por eso digo
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe

usté conoce
mejor que nadie
la ley amarga
de estos países

ustedes duros
con nuestra gente
por qué con otros
son tan serviles

cómo traicionan
el patrimonio
mientras el gringo
nos cobra el triple

cómo traicionan
usté y los otros
los adulones
y los seniles

por eso digo
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe

aquí en la calle
sus guardias matan
y los que mueren
son gente humilde

y los que quedan
lloran de rabia
seguro piensan
en el desquite

allá en la celda
sus hombres hacen
sufrir al hombre
y eso no sirve

después de todo
usté es el palo
mayor de un barco
que se va a pique

seré curioso
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe.