No sólo no es fácil sino muy arriesgado hablar sobre un texto cuyo contenido exacto no se conoce, pero a veces es imposible no hacerlo: el pasado 29 de agosto se le otorgó el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia al equipo Urban-Think Tank por un libro sobre la llamada Torre de David de Caracas, un rancho vertical único en el mundo. El jurado justificó su decisión como un homenaje “a los habitantes de Caracas y sus familias (sic) que han creado una nueva casa y una nueva oportunidad a partir de un edificio abandonado e inconcluso”. Lamentablemente ese cuadro idílico de los buenos salvajes que espontáneamente, “con talento y determinación han creado una nueva casa y una nueva identidad”, tiene muy poco que ver con la realidad.
La torre de David no era un edificio abandonado sino propiedad de FOGADE, que en 2001 lo subastaba por 80 millones de dólares, lo que hace inconcebible que hubiera podido ser invadido sin la complicidad de las autoridades; hay señalamientos específicos que apuntan a un concejal del PSUV y al ex-alcalde Juan Barreto como los principales promotores de su ocupación. Antes de la invasión, sin que ninguna autoridad interviniera para impedirlo, fue sometido a una intensa depredación por comerciantes informales que cargaron con todo lo que fuera transportable y tuviera valor. Sobre la vida interna del complejo, donde se calcula que habitan unas 700 familias en 28 de sus 45 pisos, se han tejido toda clase de historias difíciles de comprobar debido a la extraterritorialidad de facto de que goza la infraestructura; debe suponerse sin embargo que, como ocurre en toda la ciudad, se trata de una población mayoritariamente trabajadora y de conducta normal, agobiada por necesidades perentorias que, frente a una prolongada crisis, la inoperatividad del Estado y el oportunismo del Gobierno, encontró esa alternativa para resolver sus problemas más esenciales aun de manera extremadamente precaria.
La determinación de esas personas, su coraje para no rendirse frente a la adversidad y la incompetencia oficial, son sin duda merecedores de los mayores elogios, no así la solución: los autores del libro sostienen, sin sonrojarse, que la Torre es “un símbolo del fracaso del neoliberalismo” cuando en verdad se trata de la consagración del capitalismo más salvaje: una pequeña oligarquía en la frontera del delito la que lideró la ocupación, que ejerce su dominio sobre la mayoría en un territorio del que el Estado ha desertado, exactamente igual a como ocurre con los “pranes” en las cárceles o los azotes de barrio en muchas zonas populares.
En un gesto de chocante demagogia Venecia ha premiado el atraso, la quiebra de la civilización, la miseria transformada en espectáculo al gusto de un público frívolo que ha agotado no sólo la creatividad sino hasta la mínima sensibilidad humana.
Arq. Marco Negrón
marco.negron@gmail.com
Publicado en el Diario TalCual, 04/09/2012
Reproducido con autorización del autor
Fotografía: revista entre rayas. Febrero 2012