En julio de 2017, se cumplirán 50 años del terremoto de Caracas del 29 de julio de 1967, y sería muy oportuno revisar, coordinar y actualizar los estudios que existen sobre la vulnerabilidad de nuestras ciudades, ante la ocurrencia de un desastre natural. Mancomunando esfuerzos entre instituciones como el Colegio de Ingenieros de Venezuela, las Facultades de Ingeniería y Arquitectura, la Academia de Ingeniería, Vivienda y Hábitat, FUNVISIS y el Ministerio del Hábitat y la Vivienda, entre otros, sería posible organizar un encuentro, para esa fecha, donde se presenten las alternativas derivadas de esos estudios para prevenir los daños causados por una eventualidad como el terremoto, haciendo hincapié en las medidas preventivas para reducir el riesgo en las zonas de precariedad y miseria de nuestras ciudades.
Hoy estamos ante un sismo en Ecuador con más de 600 fallecidos y más de 30.000 personas sin vivienda. Y el dolor humano, consecuencia de la ocurrencia de estos sismos y otros desastres naturales, induce a realizar, una vez más, las siguientes reflexiones.
En Venezuela, en julio de 1997 ocurrió el terremoto de Cariaco y en el año 1999 ocurrió el llamado deslave de Vargas; en enero del año 2010, ocurrió el terremoto de Haití y en febrero del mismo año, el de Chile; presenciamos el terremoto ocurrido en Nepal el 25 abril de 2015, con un pronóstico de pérdida de 8.000 vidas humanas, afectando aproximadamente al 25 % de la población de ese país y el fuerte sismo con alerta de tsunami en Nueva Guinea el 4 de mayo de 2015.
En Venezuela, el ochenta por ciento de la población vive en zonas con algún grado de riesgo sísmico y, aunque los terremotos son fenómenos de la Naturaleza, imposibles de predecir, debemos ser conscientes de la probabilidad de la ocurrencia de un terremoto severo, de magnitud mayor a 6, en la Escala de Richter. La mayor responsabilidad en cuanto a las acciones posteriores al evento, la tiene el Estado, pero para quienes compartimos y aplicamos conocimientos de la sismo-resistencia, resaltar los aspectos más relevantes sobre esta materia, es algo que no podemos eludir, y que estamos en la obligación de compartir con las nuevas generaciones de profesionales que se incorporan como especialistas en el campo del diseño y construcción de edificaciones y obras civiles en zonas sísmicas.
Hay que tener presente que la estimación de la respuesta estructural sísmica de los edificios y obras de otra naturaleza, como son los puentes, represas y complejos industriales, entre otros, no es sólo el resultado de la aplicación de lo pautado en los códigos o normas y del uso de programas predeterminados en una computadora; se trata de algo más: de intuir y estimar las consecuencias de la interacción entre los diferentes elementos que componen las estructuras, y como se espera que sea su comportamiento.
En la seguridad de las edificaciones influirá de manera determinante, la calidad y el adecuado empleo de los materiales especificados para cada uno de sus elementos ya sean los estructurales, los de cerramientos, los divisorios, o las instalaciones. La falla de un material puede producir, en un elemento, una zona de resistencia más baja que la admisible, exponiendo al conjunto completo, al colapso parcial o total.
Si realmente se quiere lograr un buen resultado, el cuidado puesto en el proceso de desarrollo del proyecto debe complementarse con un estricto control de calidad durante la etapa de construcción. Para ello es necesario resaltar la participación del profesional o los profesionales inspectores, como vigilantes y garantes de la obra que se ejecuta, respetando las directrices y especificaciones resultantes del proceso del diseño.
Los terremotos nos han enseñado y nos han provisto de datos e informaciones que nos han permitido ajustar y calibrar la tecnología del diseño sismo-resistente; pero, a pesar del avance en los conocimientos sobre el diseño de las estructuras sismoresistentes, debemos reconocer que los terremotos siguen poniendo en evidencia áreas de ignorancia en el ejercicio de esta especialidad. En el sismo ocurrido en Japón, en Kanto, en 1923, se pudo constatar que se deben proyectar estructuras más rígidas pero más livianas. La rigidez se puede lograr haciendo uso de elementos de paredes portantes, incorporados de manera coherente y armónica con otros elementos flexibles como son los pórticos. Para la construcción de estructuras más livianas y más dúctiles, una opción es incorporar, estructuras compuestas, de perfiles de acero y concreto armado que ofrecen un adecuado comportamiento ante solicitaciones sísmicas.
Hay que garantizar la seguridad de la vivienda y en general del Hábitat, ante derrumbes, lluvias torrenciales, huracanes, terremotos y acciones de vandalismo así como preservar los valores estéticos y de confort que se exigen en una correcta práctica constructiva. Para ello la tecnología tiene que ofrecer respuesta.
La frecuencia de eventos de efectos desastrosos justifica la creación de grupos de trabajo adecuados a las condiciones socio-culturales y económicas de cada región, en los cuales participen los organismos y los expertos en materia de prevención, mitigación y asistencia, con miras a establecer criterios aplicables a la construcción o reconstrucción del hábitat digno. No se trata de la participación de las comunidades para reeditar lo destruido, ya que a la larga lo que se logra es consolidar la pobreza; se trata de organizar la sociedad para rescatar la dignidad de la gente, incorporándola a la ciudad o al campo, sin perder sus valores culturales, pero sobre todo, anteponiendo el derecho más preciado para el hombre que es la vida. Las reconstrucciones tienen que ser realizadas en paralelo con un proceso de educación de la sociedad civil, que permita su adaptación a formas de vida diferentes a la habitual precariedad del medio construido que caracteriza a la población de menos recursos, que suele ser la más afectada por los desastres naturales.
El compromiso con la sociedad tiene que tener como marco de referencia la responsabilidad compartida entre quienes hacen las normas y reglamentos, las autoridades que las aprueban y les dan carácter legal, los propietarios, arquitectos, ingenieros de suelos, geólogos ingenieros estructurales, ingenieros inspectores y constructores, que son los actores fundamentales en la construcción y preservación del hábitat.
Es una responsabilidad ineludible de los que manejamos conocimientos, ciencia y tecnología hacernos presentes. Nuestro compromiso es ser útiles a la mayoría de la población que JUSTICIA SOCIAL RECLAMA.
Ing. José Adolfo Peña U. / otipjapu@gmail.com
Arq. Carmen Yanes M. / nenayanes23@gmail.com
Caracas 09 de junio de 2016.
Foto: terremoto de Caracas en 1967, tomada de google.com
Extraordinaria iniciativa que debe ser respaldada con el mayor entusiasmo. Caracas especialmente debe ser sujeto de estudio así como Mérida, Cumaná, Barquisimeto, etc y todas aquellas ciudades con áreas marginales precarias ahora agravado el riesgo sísmico con las obras de la misión vivienda y las modificaciones recientes a distribuidores viales y a la intervención inconsulta a los rios Valle y Guaire.
Interesante y reflexivo artículo, que invita a actualizar previsiones técnicas a los especialistas. Es un recordatorio oportuno que orienta y obliga a recordar riesgos, que en buen criterio se pueden minimizar.
Un estudio de vulnerabilidad sísmica es uno con resultados prácticamente cantados: más de la mitad de la población de nuestro País tiene viviendas autoconstruidas sin ningún control de calidad, mucho menos asesoría técnica y profesional, por lo que su vulnerabilidad es muy alta.
La iniciativa es obligatoria y necesaria, por lo qué necesitamos datos, información y generación de bases estadísticas e inventario sobre la situación de nuestra infraestructura pública y privada. Un arduo trabajo, pero no imposible. No descartemos el poder actual de la confiabilidad estructural, pero necesitamos recopilar datos y mucha información. Saludos.