Tan contagioso es el virus durante el desarrollo biológico de sí mismo, como el inusitado pavor de la humanidad en padecerlo.
Se ha argumentado de todo: castigo de Dios, manipulación biogenética china, estadounidense o canadiense; complots continentales por el dominio parcializado de los mercados; políticas sanitarias deficientes; think tanks; clubes de multimillonarios con su ajedrez bursátil empobreciendo a las economías para enriquecerse; o guerras bioquímicas dirigidas a colapsar los mercados para adquirir importantes empresas trasnacionales muy por debajo de su precio real. En general huecas justificaciones para no enfrentar la incontrovertible y simple verdad de la finitud que, en cualquier caso, siempre llegará a través de nosotros mismos por acción u omisión.
Nos espantamos y la “seguridad” de los mercados se desploma; creemos ser astutos, aprovechando las desventajas del prójimo en pánico, e invisibles factores económicos y políticos nos atacan con la misma mortífera fiereza del virus.
Al final, al menos una vez (algunos lo tienen como estilo de vida); el Hombre ejercita su inadmitida fase conductual de oportunista funcional, advirtiendo las grietas características de los cuerpos –personas, economías, compañías, fondos, etc- en crisis; para hacerse de sus recursos, por una debilidad momentánea y coyuntural. Bien sea por superación, instinto, supervivencia o competencia; es ésta la realidad imperante en las calamidades, donde algunos soportan el ataque, se recuperan e incluso fortalecen y otros lamentablemente sucumben.
Sea Darwinismo, Antropocentrismo o Teología; el resultado es exactamente el mismo: las tendencias y proyecciones de los especialistas del stock market, prescriben ante el colapso de sus propios límites. Un mercado deja de ser alcista, cuando por una sorpresa inexplicable e inesperada, comienza a caer. El misterio radica en quién logra superar de inmediato la negación, para estar líquido capitalizando el infortunio del otro.
Es justo en ese instante donde un inmueble nos protege de los desequilibrios, del miedo, de las presiones, de las afecciones desordenadas, de la codicia e incluso del “consejo de los expertos…”
Los inmuebles de titularidad directa han demostrado un efecto patrimonial distinto en cualquiera de los principales tipos de mercados bajistas, a saber: los estructurales (burbujas financieras), con medias de hundimiento del 57% y pico de recuperación de 111 meses; los cíclicos (subida de los tipos de interés), con medias de caídas de 31% y 50 meses de recuperación o los temáticos (guerras, petróleo, crisis de mercados emergentes, etc), con bajas medias del 29% y recuperación de 15 meses.
En todos estos casos las acciones, bonos, fondos respaldados, bancos, multinacionales y demás no sólo han generado pérdidas significativas del valor del portafolio, sino además efectos psicológicos en sus tenedores; quienes por temor reaccionan emocionalmente y liquidan rápidamente sus posiciones entre pantallas y códigos binarios, mientras el propietario inmobiliario, aunque se queje por la falta de liquidez para aprovechar la oportunidad bursátil –cuando cree saber de ello-; lo percibe con sus sentidos, arrienda, hipoteca, otorga en préstamo, vende con opción a compra y en definitiva lo posee en una realidad física que continúa presente en plena crisis, superando y disipando de una forma mas sosegada la incertidumbre… El papel desaparecerá entre cláusulas, litisconsorcios y garantías para sus emisores..; la roca continuará allí para darnos respaldo cierto.
Entendemos que estos activos también se ven afectados; pero no se desintegran. No son papeles diluidos entre suspicacias corporativas u opiniones de “eminencias”, que pasan la mitad de su tiempo explicando cómo sucederán las cosas y la otra mitad de su tiempo explicando porque no sucedieron como las habrían proyectado.
En cualquier caso, los inmuebles nos resguardan de nosotros mismos, de un aprensivo o frenético click de venta en el computador ante el apocalipsis financiero que nos atormenta; o de los sagaces cazadores esperado el arrebato ciego de intransigencia, donde presas del pánico, podemos estar abandonando nuestro patrimonio. El día después, muchos penan por bares o psicólogos de la ciudad arrepentidos de su imprudencia.
Precisamente, dentro de esta dinámica que parece obvia, pero que no deja de suceder y está sucediendo en estos instantes; los inmuebles, aunque menos líquidos o convertibles, soportan las inconsistencias de nuestras fragilidades emocionales.
Vivimos simultáneamente esta pandemia entre Venezuela, Norteamérica y Europa, conversando con inversores inmobiliarios o bursátiles. A diario analizamos la oferta pública inmobiliaria y de instrumentos financieros y no obstante existen múltiples opiniones acerca de la eventual caída del mercado del concreto por el gran inventario que existirá; no es menos cierto que su tendencia es mucho mas estable, ya que su dificultad para hacerlos líquidos pasa por filtros y procesos legales que nos dan pausa, permitiéndonos pensar en múltiples estrategias de convertibilidad a través de esquemas de venta, préstamos, arrendamientos, contratos particularizados o porque no; la aplicación y comprensión de los novedosos crowfunding, mismos que permiten la atomización de la inversión inmobiliaria con niveles de accesibilidad masivos y menor exposición individual.
El ataque de terror puede suceder. No obstante a ello, quien simultáneamente es propietario de inmuebles y titular de portafolios de inversión en acciones, bonos, fondos, futuros y demás; siente la seguridad de su piso patrimonial mucho mas sustentada en el concreto, que en el papel. Si conocen personas con éstas características pueden preguntarles.
Ciertamente todos somos humanos insertos en una geometría de pasiones dentro de un Mundo de inmediatez digital y presiones “expertas”. Además, propensos a equivocarnos con suma facilidad, contar con represas patrimoniales de este tipo, es siempre una bendición; cuya acertada dimensión sólo valoramos con los años. Sin duda alguna, el consejo de los abuelos acerca de la consistencia del bloque en la vida, es perenne.
Estos últimos días hemos visto desaparecer patrimonios enteros; mientras otros se hacen de ellos mediante plataformas tecnológicas desarrolladas para encausar las emociones humanas (miedo, codicia, incertidumbre, pánico, astucia y demás), a través de la digitalización de estrategias que otorgan legalidad a sistemas tan prácticos y fantásticos para algunos, como nefastos y destructivos para otros.
Luego, he escuchado a muchos clientes y amigos decir “…menos mal que tengo el respaldo inmobiliario para protegerme de esto, ya valdrá lo que valía…”; cuando pocos días antes se quejaban de no haber vendido su inmueble para invertir en la bolsa. Viendo los resultados de muchos, ahora valoran contar con su patrimonio respaldado en una buena inversión inmobiliaria.
Los inmuebles son innegablemente una sólida protección de los activos. Pueden ser menos líquidos, caer diez, quince o cincuenta por ciento; pero siempre están allí; siendo su dificultad de convertibilidad precisamente su mejor protección ante los arrebatos emocionales surgidos en períodos de crisis. Lo mas importante es adquirirlos con la mejor localización, de acuerdo a nuestra capacidad de inversión; manteniéndolos en buen estado, solventes y regularizados legalmente.
Es importante medir y tasar constantemente su valor real, para tener capacidad de reacción a la hora de tomar decisiones financieras o eventuales ofertas que pueden aparecer. Debemos aprender a utilizarlos para obtener liquidez a bajas tasas de interés, mientras rentabilizamos el costo del dinero para hacer nuevas inversiones y así su valor, incluso residual, podremos gerenciarlo tanto en épocas de bonanza, como en tiempos del cólera.
César García Urbano Taylor
Abogado. Universidad Católica Andrés Bello (1999). Corredor Certificado por la Cámara Inmobiliaria de Venezuela (2000-2001). Especialización en Derecho Corporativo. Universidad Metropolitana (2007). Diplomado en Historia de Venezuela, UNIMET (2009). Diplomado en Estudios Latinoamericanos, UNIMET (2010). Diplomado en Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias UCAB (2009-2010). Maestría en Gerencia, Dirección y Gestión de Empresas Constructoras e Inmobiliarias. Universidad Politécnica de Madrid. Mención Sobresaliente (2009-2010).
cesarsgu@gmail.com