Hablar de la universidad latinoamericana es hablar de lo que nos une con el resto del mundo y de la posición que ocupan nuestras economías en un mercado global para el que tan sólo hemos sido, hasta tiempos recientes, una mano de obra barata y poco calificada.
Con el establecimiento de una economía globalizada, los escenarios universitarios latinoamericanos han dejado de ser claustros aislados del mundo, están en buena medida obligados a competir a nivel internacional, ya sea en escalas de producción de conocimiento, información, o en rankings que valoran sus plantas físicas, sus niveles de publicación, el prestigio de los centros de investigación que albergan o el tipo de conocimiento que generan. Al pensar en las relaciones que las sociedades contemporáneas establecen entre ellas, la tensión entre lo regional y lo universal pasa por pensar lo que enseñan las universidades y cómo se encuentra calificado dicho conocimiento.
En consonancia con esta transformación de las economías, la vida del universitario contemporáneo es distinta. Si en nuestro número 185 reseñábamos el bajo impacto que hasta ese momento tuvo el ingreso de las tecnologías de información al edificio universitario, hoy podemos afirmar que los modos de presencialidad del sistema de créditos y el currículo tradicional están rezagados frente al enorme impacto de las aulas virtuales, las plataformas educativas y el desprestigio que tienen las actividades presenciales para generaciones enteras que se han formado en la dependencia a las tecnologías de comunicación a distancia.
En este escenario, la universidad enfrenta el reto de actualización de su planta físicas, ya no para transformar su campus con los ductos y tuberías que alberguen los cableados necesarios para las nuevas tecnologías, en este momento de crisis se ven llamadas a invertir en aspectos fundamentales de su relación con la sociedad. Si la presencia de la Universidad –bien sea como campus o como ciudad universitaria propiamente dicha– ha desempeñado un papel fundamental en la transformación de la ciudad, ahora es la dinámica urbana la que invierte los roles y toma el control de la planeación y proyección de conjuntos universitarios.
En el balance de inversión para la transformación de su planta física se ha de tener en cuenta, también, que muchas universidades se encuentran íntimamente ligadas a zonas patrimoniales o puntos en los que las dinámicas de crecimiento urbano presionan las transformaciones de usos y el aprovechamiento de las infraestructuras a las cuales se encuentran conectadas. Es el turno para la creación de escenarios diversos a los explícitamente académicos, con lo cual la universidad busca ser atractiva a sus usuarios con una oferta variada de servicios, ya sean deportivos, bibliográficos, investigativos, de ocio, etc. Los grandes campus que sacaron la universidad de la ciudad representaron laboratorios del urbanismo posible, las intervenciones que mostramos en este número, el urbanismo necesario, el del equipamiento, el de la revitalización, el de la sustentabilidad.
Los ambientes de aprendizaje incluidos en este número, se mueven entre la renovación de claustros en entornos patrimoniales y el diseño de campus en la ciudad, Sin embargo, todos tienen en común la apuesta por generar un impacto en la vida de quienes participan en los procesos de formación universitaria, por crear un real bienestar universitario, ambientes sanos, salubres, asoleados, en los cuales no sólo es posible aprender a aprender, es la prospección de una nueva universidad que busca generar relaciones efectivas (y afectivas) que le permitan una transformación real de las sociedades y sus ciudades.
Once años han pasado desde el momento en que afirmamos que las circunstancias económicas e ideológicas de nuestros países no permitirían una transformación real del espacio arquitectónico tradicional en la universidad contemporánea (Escala 185). Hoy, con este número, señalamos que la transformación de dicho espacio es un tema fundamental para lograr niveles de competitividad para el conocimiento que se genera en Latinoamérica. Estos proyectos, en su apuesta por lograr espacios que alberguen las relaciones sociales entre quienes construyen dicho conocimiento, significan un primer paso en el logro de esta meta, un objetivo en el que se juega un tema importante en cuanto a educación se trata, el de la construcción colectiva, social, de nuestra realidad. Si bien los espacios universitarios han sido espacios de ejercicio del poder, encontramos una nueva opción de diálogo en estas propuestas, es la oportunidad de abrir el claustro a la ciudad, de pasar de la investigación a la práctica, de pensar en cómo construiremos los sueños que se gestan en nuestros ambientes universitarios.
Redacción Escala
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