El 29 de agosto de 1920, hace hoy cien años, nació en Caracas Miguel Arroyo, persona y personalidad fundamental en el desarrollo artístico venezolano durante el siglo XX y en su introducción a la modernidad
Desarrolló su trabajo como ceramista, diseñador, museólogo, museógrafo, crítico y teórico y, en mi opinión, esa variedad de dedicaciones pueden resumirse en su permanente y persistente afán docente. Así tuve la suerte de conocerlo cuando no sabía quién era y mi padre me sugirió que le preguntara cuál era la diferencia entre grabados y aguafuertes (se lo había preguntado a él y tampoco sabía) en la inauguración de una exhibición de Goya en el Museo de Bellas Artes y aquel hombre, que hoy presumo muy ocupado con las obligaciones de una inauguración, le dedicó un tiempo que percibí muy largo y minucioso a un muchachito a quien paseó por buena parte de la muestra haciéndole ver las diferencias entre las técnicas a partir de su expresión en las obras y sus soportes.
Años más tarde disfruté su sabiduría (tan intensa que podía desplegarla sin alarde alguno sino con una humildad sobrecogedora) en la Universidad Simón Bolívar y en las varias veces en que me recibió en su casa para conversar sobre casi cualquier tema, consultar dudas, apoyar inquietudes y compartir su extensa biblioteca (de la que me regaló más de un libro que hoy atesoro con el doble interés de los títulos y de su origen)
Hasta en este país desmemoriado e ingrato con sus verdaderos héroes estoy seguro que la fecha generará distintos homenajes y recuerdos y en cada uno seguramente se destacará alguna o varias de las muchas facetas de su trabajo y su legado
En esta breve nota apenas quiero recordar, con profundo agradecimiento, la generosidad didáctica de ese hombre que compartía lo que sabía y lo que le preocupaba con verdadero interés y serena contundencia, virtudes que quienes tuvimos la suerte de nutrirnos de ellas recordaremos siempre; cada siglo que pase, como lo hacemos con emoción en este primer siglo de presencia de un maestro integral que hoy se cumple
En la fotografía, Miguel Arroyo compartiendo con sus estudiantes durante el receso entre alguna de sus clases; posiblemente en 1978 o 1979.
Texto y foto: tomado del facebook del Arq. Enrique Larrañaga