A los que quedamos vivos…

Ayer se cerró un capítulo de la Arquitectura Contemporánea de Venezuela. Tomás Lugo y yo siempre estuvimos cerca, desde que yo pisé la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1962. Y por esos dares del destino, estando yo en tesis de grado, fui a parar al proyecto de Parque Central, para encontrármelo, recién graduado, como jefe mío. Igual que yo, Tomás tuvo una turbulenta vida, como la tiene todo creador. Fue, y me cuesta decirlo en pasado, el gran creador de los espacios contemporáneos.

En 1972 yo comencé el proyecto del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas basado y sustentado en la Galería de Arte que Tomás Lugo había diseñado y construido en el centro de Parque Central. Trabajo que nos valió en 1987, el otorgamiento en la VIII Bienal de Arquitectura del premio de Reciclaje de Arquitectura (cuya foto anexo, cada cual con su «Oscar»), y que hermanó nuestras carreras de por vida!

Todos los semestres, sin falta, he llevado a mis alumnos de diseño, a sentir y vivir esos espacios en el Centro Social para la Música, ya que siempre repito que el último gran edificio público creado por el estado venezolano, fue el Complejo Teresa Carreño, el cual fue la columna vertebral de Tomás, pero que este año cumplió 33 años. Por esa razón, he querido que mis alumnos disfruten, aunque sea por dos horas, gracias al genio de Tomás, el estar en el siglo XXI.

La foto que inicia este escrito, es un recuerdo de mi último encuentro con él, en la Unión Israelita el 17 de agosto pasado, con motivo a una reseña sobre San Bernardino, hogar perpetuo de los Lugo. En la foto, Tomás está en el centro del estacionamiento conversando con la Arq. Celina Bentata.

Que te vaya bien gran amigo, que ya nos reencontraremos.

Arq. Nikolajs Sidorkovs
3 de noviembre de 2016