Arq. Francisco Pérez Gallego
El colapso del corredor No 5 de Humanidades, integrante del conjunto de la Ciudad Universitaria de Caracas, para mal o bien ha servido para emprender debates y despertar conciencia sobre el Patrimonio Cultural y su conservación. No obstante, también ha dado pie, ante la avalancha de información y contrainformación generada, a algunas aseveraciones palmarias que nos preocupan por las connotaciones que conllevan. Algunas han sido publicadas recientemente; otras tienen cierto tiempo, pero en este contexto han alimentado especulaciones a lo interno y externo del país, tratando de encontrar una causa a lo sucedido.
Se trata del delicadísimo planteamiento y afirmación de que Villanueva, al plantear diversos tipos morfológicos de corredores cubiertos, estaba experimentado con las soluciones formales y en tanto estructurales. Afirmar esto, da lugar, peligrosamente, a endilgar las causas del colapso de la estructura al diseño, al imaginar que la diversidad de soluciones fue producto de diversos ensayos para ser sometidos a prueba, como es el concepto de la experimentación, en la que, de forma empírica a través del ensayo y error se va perfeccionando una solución.
El uso inocente de la palabra “experimentación” da lugar a múltiples interpretaciones, como de hecho ha sucedido, lo que nos ha puesto en el deber moral y profesional de aclarar a más de alguna aseveración al respecto, tanto al exterior como al interior que no hay nada más erróneo en este caso.
Todas las soluciones de la Ciudad Universitaria de Caracas fueron producto de proyectos y cálculos acuciosamente desarrollados, de los cuales existe abundante documentación técnica, textual, gráfica y fotográfica en custodia de los archivos del antiguo Instituto de la Ciudad Universitaria. Ellos dan testimonio a su vez de la excelencia de los proyectos y altos niveles de calidad de la construcción de esa época en Venezuela.
Es cierto que Villanueva fue variando el proyecto, evolucionando del academicismo presente en el primer esquema y patrón compositivo del área de Medicina, hacia esquemas funcionales afines a los paradigmas de la arquitectura moderna, llegando a su magna expresión en el Centro Administrativo Cultural. Pero la variedad de soluciones se explica, no como producto de pruebas que se fueron desechando, sino por la búsqueda de respuestas diversas que le permitieran ejercer el criterio de “carácter”, vinculado con la tradición academicista de su formación y que, aunque se va desmarcando de ella, sigue latente pero desarrollada de otra forma.
En vez de caracterizar los corredores con diferentes lenguajes estilísticos, como se hacía en la arquitectura académica historicista, en este caso el lenguaje se traduce en el uso semántico de distintas formas modernas que le permiten igualmente dar carácter y jerarquía a los diferentes sectores del vasto conjunto, siguiendo el axioma moderno “la forma sigue a la función”, y que en este caso también podríamos agregar, al contexto.
La caracterización de los edificios está presente desde sus primeras obras en Venezuela. El Hotel Jardín, la antigua sede del Banco Obrero y el Agrícola y Pecuario en Maracay dan muestras de ello al utilizar corredores con diversos tipos de arcos y columnas. También podemos apreciarlo de manera más evidente en el conjunto de la reurbanización El Silencio, donde utiliza diferentes esquemas en planta, conjugados con diversas soluciones de portales, molduras y columnas en los corredores. Estos recursos le permitieron imprimir un sello particular a cada uno de los bloques de vivienda, a pesar de la unidad que se estructura entre todos.
Lo mismo, pero de otra forma aplica por tanto en el caso de la Ciudad Universitaria. Ya no son portales o columnas diferentes, sino soluciones donde el binomio forma-estructura logra el mismo resultado de caracterización de sectores entre edificios, llegando a existir al menos 6 soluciones diferentes, que armonizan con los diversos recursos arquitectónicos que articulan. Aunque todos son corredores, su inserción entre diferentes áreas del conjunto, deviene en instrumento para crear variedad dentro de la unidad y entablar un diálogo con los edificios que vinculan, usando soluciones variopintas.
Desde austeras losas macizas sobre “pilotis” con volados, en el corredor de las banderas, cerca de Medicina; una prolongada bóveda de cañón suspendida de costillas en el corredor de entrada de Plaza Venezuela; losas quebradas en pendiente en el entorno de la Facultad de Arquitectura; cuerpos seriados de bóvedas de cañón en la Facultad de Ingeniería; o losas plegadas apoyadas sobre vigas y columnas tensadas, como en este caso.
De manera que consideramos improcedente hablar de experimentación, cuando lo que en efecto ejercitó Villanueva fue la innovación sobre el recurso academicista del “carácter” de los edificios, a la manera de Ledoux, en busca de alcanzar dentro del todo una “arquitectura parlante”, que singularizara todas y a la vez cada una de sus partes.
Recordemos que el primer criterio por el cual fue inscrita la Ciudad Universitaria de Caracas en la Lista del Patrimonio Mundial fue por “Representar una obra de arte del genio creador humano”. Por tanto, hagamos tributo a ello y a la excepcionalidad profesional tanto en el ámbito de las ciencias como de las artes, que todo el conjunto de la Ciudad Universitaria de Caracas representa, un orgullo, pero también a raíz de su declaratoria, un compromiso de todos los venezolanos para con el resto de la comunidad mundial.
Publicado originalmente en: https://www.facebook.com/francisco.p.gallego/posts/10224429530264811
Muy oportuno y apropiado artículo que permite al público conocer y valorar más un elemento tan relevante de la Ciudad Universitaria como son sus magníficos corredores. Lamentamos el hecho recientemente ocurrido. El conjunto de la CUC fue todo realizado con maestría, con verdadero criterio estético y técnico. Hay que aclararlo y recordarlo, como han hecho acá.