Entrevista con Ibon Bilbao y Josep Bohigas, artífices de Arquitectes de Capçalera.
10 enero 2017
Los arquitectos Ibon Bilbao y Josep Bohigas son los principales catalizadores del proyecto Arquitectes de Capçalera (Arquitectos de Cabecera) nacido en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) de la Univesitat Politècnica de Catalunya. Profesores asociados del Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela y con una larga trayectoria en proyectos relacionados con la mejora de la vida del hábitat urbano, Bilbao y Bohigas son unos entusiastas defensores de un modelo de arquitectura más cercano al ciudadano.
Arquitectes de Capçalera nació como un proyecto académico con la voluntad de solucionar problemáticas relacionadas con la vivienda colectiva, centrándose en las necesidades de los vecinos del mismo modo que hacen los médicos de cabecera con los problemas de salud. ¿Cómo surge la idea de crear Arquitectes de Capçalera?
Josep Bohigas: Inicialmente, Arquitectes de Capçalera es un proyecto docente que se inicia en junio de 2013 en un momento convulso en la Escuela en que los alumnos tomaron la iniciativa para reclamar unos programas docentes diferentes más cercanos a la realidad en un momento de profunda crisis. Desde la asignatura «Habitatge i Ciutat» (Vivienda y Ciudad), atendimos esa petición y decidimos involucrarnos y desarrollar una propuesta académica que pusiera en contacto a los futuros arquitectos con los ciudadanos. Así creamos, a final de curso, lo que nosotros llamamos una docencia alterada en la que profesores y alumnos, de una manera voluntaria, nos unimos e ideamos un programa académico que daba respuesta a las exigencias de los estudiantes.
Ibon Bilbao: Nosotros, como profesores, estábamos trabajando ya en cuestiones relacionadas con la vivienda colectiva y creímos que nuestra propuesta de docencia alterada debía incluir esta circunstancia, por lo que Arquitectes de Capçalera comenzó trabajando en la relación de la ciudad y la vivienda en todo el gradiente que va desde lo público a lo doméstico, desde la calle a la cama… siempre utilizando el edificio como elemento complejo de estudio porque, a su vez, era el máximo exponente de la vivienda colectiva.
Por tanto, y teniendo en cuenta que Arquitectes de Capçalera surge dentro de una asignatura del tercer curso, ¿se puede decir que este proyecto viene a solventar una carencia del programa académico?
J.B.: Arquitectes de Capçalera nace como consecuencia de una carencia triple: sin duda, de una carencia académica; de una carencia que tiene la propia sociedad en torno al problema de la vivienda; y de una carencia profesional en un momento de crisis tan profunda para ejercer la arquitectura. Alrededor de esta triple condición, nuestro proyecto intenta situar al alumno, al profesor y al profesional en un escenario diferente para replantear la emergencia habitacional que estamos viviendo.
Su iniciativa fue galardonada en la categoría de Arquitectura y Urbanismo de los premios Ciutat de Barcelona de 2015 por su acción en el barrio del Raval. ¿Son las zonas deprimidas su ámbito de actuación?
I.B.: A nosotros nos preocupa la gente que habita las ciudades. En la exposición Piso Piloto, que tenía como objetivo abrir un debate sobre la vivienda y las necesidades sociales, vimos que la gente tiene derecho a la vivienda, pero también tiene derecho a la ciudad. Y una ciudad tiene muchos estratos sociales y muchas problemáticas a las que Arquitectes de Capçalera puede dar solución. Nosotros comenzamos a trabajar en el Raval donde hemos comprobado la existencia de tejidos sociales más delicados, más desfavorecidos, que requieren respuestas inmediatas y donde hemos llevado a cabo funciones de mediadores en problemas de vivienda o en edificios ocupados.
J.B.: Desde Arquitectes de Capçalera hicimos una llamada abierta a los colectivos que tuviesen problemas para que entendieran que, entre otras cosas, los arquitectos somos capaces de resolver cuestiones como esas urgencias. Parece que la gente no sabe que el arquitecto está formado técnica, conceptual y políticamente para afrontar este tipo de problemas y hacer llegar al ciudadano esta realidad era una de las primeras condiciones básicas del funcionamiento de nuestro proyecto. Nosotros queríamos ayudar al ciudadano y que el ciudadano también nos ayudara a nosotros a resituarnos dentro del panorama profesional tan depauperado que hemos vivido en los últimos años.
En estos tres años de funcionamiento de su iniciativa, ¿cuál está siendo la respuesta de los alumnos?
I.B.: Los alumnos se han dado cuenta que la cuestión de la vivienda colectiva era algo que necesitaban conocer. De hecho, hasta ahora su grado de implicación ha sido muy elevado, ya que la manera de trabajar de Arquitectes de Capçalera ha sido muy voluntariosa, por pura motivación en el proyecto y, sinceramente, creo que han encontrado una manera de detectar las necesidades alrededor de la ciudad y de la vivienda colectiva de una manera más directa y rigurosa. Creemos que con esta iniciativa estamos añadiendo parámetros que antes los arquitectos no habíamos tenido en cuenta, lo que hace que nuestros alumnos trabajan con un abanico más amplio de posibilidades con lo que tienen más información para tomar decisiones.
J.B.: El foco central de la acción de Arquitectes de Capçalera es saber detectar a quién pones en el centro de las operaciones y, en nuestro caso, es indiscutible que el protagonista principal es el usuario con lo que el proyecto del hábitat es un proyecto que crece desde el conocimiento cercano del ciudadano. A partir de aquí, podremos saber en qué condiciones este ciudadano va construyendo una idea de vecindario y, en última instancia, una idea de ciudad. Es decir, nosotros estamos desarrollando un proceso inverso al habitual que ha consistido en pensar, primero, la ciudad, las calles, las plazas, los edificios, los pisos y, por último, pensar en la estancia. En Arquitectes de Capçalera, lo hacemos a la inversa. Comenzamos con la gente, hablando con ella y entendiendo que su casa se construye, precisamente, desde esta intimidad. Una intimidad que nos permite reconocer cuáles son las asociaciones que acaban construyendo un modelo de ciudad. Un modelo que se piensa de dentro hacia fuera.
¿Y cómo ha respondido el ciudadano sobre el que Arquitectes de Capaçalera ha actuado en su hábitat, en su intimidad?
I.B.: La respuesta ha sido diversa, porque hemos tenido casos muy diversos. Por ejemplo, tenemos el caso de Can Seixanta, una casa-fábrica en la que 12 entidades estaban generando economía de proximidad y propuestas socioculturales para el barrio del Raval y que un fondo buitre había adquirido para construir viviendas de lujo, por lo que estaban llamados a la desaparición. Nosotros trabajamos con ellos para hacer visible su situación, poner en valor su actividad y reivindicar su permanencia. Hemos sido capaces de contribuir a dar la vuelta a la situación y lograr que se parasen las licencias de 38 casas-fábricas del Raval y que el Ayuntamiento de Barcelona haya adquirido Can Seixanta, evitando así la desaparición de la actividad. Se trata de una acción no sobre un objeto o sobre un edificio, sino sobre mantener y rehabilitar las acciones de las personas.
J.B.: Y los patrimonios intangibles. Para mí, este es un material de trabajo brutal. En el momento en que detectas, reconoces y pones en relieve la actividad o la condición más inmaterial de estos colectivos, al final, lo que haces es también proteger la piedra. Pero desde la condición más personal de sus habitantes, de los vecinos.
I.B.: Otro ejemplo muy diferente es el del edificio ocupado de la calle Lancaster, donde llevamos a cabo una serie de micro-proyectos para ofrecerles una hoja de ruta para que pudiesen encargarse ellos mismos de la impermeabilización, sustitución de bajantes, recuperación de espacios, ventilación… O el caso de la gente mayor que vive en el Raval y que no tiene problemas económicos, pero que tiene problemas de movilidad o que no puede bajar a la calle porque no tiene ascensor. Son prisioneros de su propia casa por lo que les ofrecemos soluciones para compartir su hábitat y mejoras en la accesibilidad para facilitarles la vida… Cada paciente tiene una dolencia diferente y nosotros, con nuestra metodología, intentamos atenderla con los instrumentos más adecuados para cada caso.
J.B.: Esta es una de las cosas más emocionantes de nuestro proyecto. Cuando Arquitectes de Capçalera inicia una acción, un proyecto, un taller o un curso y se lo explicamos a nuestros alumnos, no sabemos cómo va a acabar, porque cada proyecto abre su propia lógica, su propio proceso. Lo que sí tenemos es una metodología genérica que sabemos aplicar en cada caso y contamos con la voluntad del propio alumno, ya que entendemos que no hay nadie mejor que un estudiante de arquitectura para que abra puertas y genere complicidades con el vecindario. Está fuerza es la que guía al estudiante, autorizado por los profesores de la Escuela, y la que hace que nunca ningún proyecto sea igual al otro.
Estamos viviendo un momento en que el empoderamiento ciudadano ha llegado a contar con cuotas de poder, llegando a gobernar en ciudades como Madrid o Barcelona. ¿Facilita este escenario la existencia de proyectos como Arquitectes de Capçalera?
I.B.: Evidentemente. Las cosas pasan por muchos factores y por la confluencia de muchas circunstancias. Y está claro que las circunstancias actuales ayudan y mucho a este tipo de proyectos.
J.B.: (Risas) Que BBConstrumat nos esté entrevistando no deja de ser significativo y una muestra del signo de los tiempos. En este sentido, me refiero a que el escenario actual es una realidad que había estado escondida. Por ejemplo, la campaña de rehabilitación Barcelona, posa’t guapa (Barcelona, ponte guapa), ¿qué hacía? Construía lo visible, limpiaba las fachadas y construía los espacios públicos más adecentados que hay en el mundo. Pero, ¿qué pasa detrás de esas paredes? Arquitectes de Capçalera quiere hacer visible esta realidad escondida como una parte esencial del proyecto.
I.B.: Y con esta nueva manera de hacer las cosas te vas dando cuenta de lo que está pasando en estos momentos en la ciudad de Barcelona. Y una de ellas es que viendo quién hay detrás de estas fachadas y de estas ventanas, percibes quién habita las calles y los barrios. Y estamos comprobando cómo la gentrificación en barrios como el Poblenou es brutal y está creciendo a una velocidad increíble. Y quien habita las calles es quien ocupa el espacio público. En este sentido, atender a quién vive en casa está definiendo el espacio público.
J.B.: Porque, ¿qué es tu casa? ¿Las cuatro paredes que tienes hipotecadas? Yo diría que tu casa es algo más. Es también el rellano de la escalera, la portería, la placita que hay delante, la parada del metro. Todo eso forma parte de tu casa. Por eso, nosotros decimos que todo es vivienda. Por ejemplo, el proyecto de las supermanzanas de Barcelona es un gran proyecto de vivienda, ya que ha habilitado espacios para los vecinos de tal manera que ha ampliado su vivienda porque ese espacio público debe estar en relación directa con su casa.
Dada su formación y experiencia como arquitectos y como artífices de Arquitectes de Capçalera, ¿nos pueden decir cómo será entonces la ciudad del futuro? ¿Y la vivienda social?
J.B.: La ciudad del futuro es exactamente ésta. Lo que no sabemos es cuál será el futuro de los ciudadanos. Ésta es la gran diferencia: ¿dónde pones el acento? ¿En la parte física de la ciudad? ¿Cambiará la ciudad? Yo creo que no. Lo que deberemos hacer es cambiar la manera de utilizarla… En cuanto a la vivienda social, no creo que necesitemos más barrios expansivos nuevos. Lo que deberíamos hacer es repensar las Minas y los Bellvitges que tenemos para darle otro acento, y eso tiene que ver con trabajar con las personas que viven detrás de estas fachadas. Con eso y con entender que las asociaciones son el motor de transformación más exigente que tenemos, podremos comprender que son los vecinos quienes pueden reclamar, participar y coproducir una ciudad diferente.
I.B.: La sectorización, los guetos no tienen ningún sentido. En las ciudades, el equilibrio se produce porque hay una mezcla tan importante de situaciones o de titularidad de la vivienda, por ejemplo. Equilibrio entre vivienda pública y privada en convivencia para no dar pie a la gentrificación. Este mix, este equilibrio por la multiplicidad de agentes y de maneras de vivir en un mismo entorno, es la solución.
¿Y el futuro de los arquitectos?¿De esos futuros arquitectos que hoy son sus alumnos?
I.B.: Con esta experiencia, estamos descubriendo que el campo del arquitecto se ha ampliado muchísimo y, en este sentido, nos gusta decir que Arquitectes de Capçalera es una metodología que permite preparar proyectos. Porque una cartografía adecuada sobre situaciones puede enunciar una demanda, un programa que determine las necesidades de un barrio, de un conjunto de viviendas, de una comunidad o de un equipamiento. Por tanto, el pre-proyecto es un campo de trabajo que se abre a los arquitectos. Creo que el arquitecto ha de estar en la fase previa al proyecto, en el proyecto, como siempre, y en el post-proyecto, monitorizando lo que se ha hecho para saber más y actuar mejor.
J.B.: Si hablamos en términos profesionales este pre-proyecto es la Escuela de Arquitectura, allí donde preparas al futuro profesional. En los años 80 se decía, creo que exageradamente, que la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona era la mejor del mundo porque tenía una relación muy directa con una realidad muy concreta: la reconstrucción de Barcelona a través del proyecto previo de los Juegos Olímpicos de 1992 y los propios Juegos, lo que dio lugar a una gran convivencia entre la Escuela y la realidad. Creo que hoy, después de haberla abandonado, profesores y alumnos quieren volver a pisar la calle.
En este sentido, ¿qué percepción creen que tienen sus colegas de profesión y sus alumnos de la metodología que aplica Arquitectes de Capçalera?
J.B.: Sinceramente, pienso que lo que estamos haciendo es de una obviedad indiscutible. No somos los primeros en querer hacer una arquitectura más cercana al ciudadano. Ya ha habido muchos arquitectos que lo han hecho antes que nosotros. Hemos hecho un giro y puesto un acento propio, sí, pero en la línea de lo que también se han propuesto en otras tantas profesiones.
I.B.: En Arquitectes de Capçalera, contamos con unas herramientas para comenzar, pero el resultado es imprevisible. Vamos paso a paso. En cada momento, se toman decisiones que condicionan el paso siguiente. Por tanto, nosotros y nuestros alumnos nos estamos entrenando en tomar decisiones en base a una información y determinar qué es lo prioritario y lo secundario. Tenemos una serie de condicionantes como los medios y el tiempo, pero sobre todo el de una persona que está esperando que se le dé una respuesta. Y eso es muy importante.
Ya por último, en mayo de 2017, se celebra la 20ª edición de Barcelona Building Construmat. ¿Qué opinión tienen del Salón Internacional de la Construcción de Fira de Barcelona?
I.B.: En el sector, todos hemos tenido relación el salón, de un modo u otro. Creo que el giro que está haciendo es muy acertado y para nosotros es una gran oportunidad poder dar a conocer al mundo de la profesión lo que estamos haciendo, ya que vamos a participar con unas ponencias.
J.B.: Soy un fiel seguidor del salón y me he llegado a apasionar con él… En 2005, en el proyecto APTM de Construmat (los polémicos minipisos de 30 m2), ya alertábamos de la crisis, de la poca vivienda de alquiler disponible, de la pobre oferta tipológica, de los sistemas constructivos obsoletos… Ese discurso lo pude poner encima de la mesa gracias a BBConstrumat. Y es que, en ese momento, el salón no podía obviar la parte más dura de la construcción, pero también tenía que generar debate y nuevos paradigmas. Eso es algo que no puede perder. El salón ha de hacer entender a un sector que está ávido de construir hábitats mejores, que a menudo, eso se consigue sin necesidad de construir.
Barcelona, noviembre de 2016
Eduard Pérez Moya
93 233 21 66
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