Recordando al pintor bolivariano por excelencia: Tito Salas

Un legado que vinculó la pintura del SXIX con los primeros lustros del XX

La fragua fue uno de los primeros lienzos que ejecutó el maestro Tito Salas (8-05-1887/18-03-1974), en ella aparecían figuras masculinas, tres al frente y una al fondo, ejecutando trabajos de herrería, inmersas en unos matices predominantes que iban del marrón al ocre. A esta pintura que hizo cuando apenas tenía 12 años y la cual fue premiada, en la época de Cipriano Castro, se sumaría la profusa obra plástica de este maestro cuyo nombre fue Británico Antonio Salas y cuya memoria recordaremos de manera especial el próximo mes de mayo en ocasión al que sería su aniversario número 127.

Según la crítica, este emblemático pintor fue heredero y continuador de una tradición académica donde destacaron los maestros Martín Tovar y Tovar, Arturo Michelena, Cristóbal Rojas y Antonio Herrera Toro, entre otros, siendo que Salas representó una suerte de eslabón entre la pintura del siglo XIX, adscrita al clasicismo naturalista, con las corrientes de liberalización que llegaron al país en los primeros lustros del siglo XX.

En una oportunidad, el maestro Paz Castillo, argumentó: “Tito termina la primera etapa –europeizante- de nuestra cultura, la de la pintura de grandes lienzos de asuntos literarios o históricos, que van desde la excelsa majestad de la epopeya a la sórdida tristeza de la miseria”.

En lo que refiere a nuestra epopeya histórica, Salas plasmó con maestría capítulos inspirados en la vida del padre de la patria Simón Bolívar así como otros episodios y personajes emblemáticos de nuestro devenir así como de la saga patriota, en los cuales a juicio de los expertos fijó toda su pasión y dinamismo, demostró virtudes de “atrevida ejecución, arrebato heroico, emoción dramática que hacen de ella un majestuoso canto épico”, por lo que se le adjudicó el título de pintor bolivariano por excelencia, siendo que éstos pueden admirarse en la Casa Natal de Bolívar; en el Panteón Nacional y en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo.

En ese sentido encontramos pinturas como: El Comercio; Muerte de Guaicaipuro; Descubrimiento de América; El padre de Las Casas; Fundación de Caracas por Diego de Lozada; El dorado; Apoteosis del Libertador; Mi delirio sobre El Chimborazo; La retirada de San Carlos; Bolívar y Humboldt en París; Terremoto de Caracas 26 de marzo 1812; Una lección de Andrés Bello; Entrada Triunfal de Bolívar en Caracas; El sitio de Valencia; Desembarco de Miranda; Matrimonio del General Rafael Urdaneta.

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Salas cultivó diversos géneros de la plástica entre ellos el histórico y costumbrista, que ya referimos, el paisajismo y el retrato, donde a juicio de la crítica “estallaba en acordes opulentos”, siendo que fue un adicto de la pintura figurativa. Diversos maestros del mundo se regocijaron con el talento de Salas como fue el caso del pintor español José María Sert quien admiraba la manera en que el pintor venezolano plasmaba el movimiento en sus escenas o como el maestro francés Lucien Simón que calificó su plástica de “joven y fuerte”.

Otras de sus pinturas son Joropo; Procesión Nocturna; El milagro; Misterio de la Santísima Trinidad; Retrato familiar (donde aparece su esposa e hijas); Retrato de su hija con vestido típico; Pueblo Andino; Calvario; Fiesta petareña, Marina; entre otros.

El entorno de este maestro al nacer fue aquella Caracas de los techos rojos, donde pululaban las casas coloniales de tejados colorados y aún se paseaban las carretas tiradas por mulas trasportando frutas frescas. Cariñosamente siempre le llamaron Tito y fue el menor de 6 hermanos, Germánico, Guillermo Alejandro, Luisa Antonia, María Teresa, José Antonio.

Cuenta la historia que el gusto por la pintura se lo inculcó su padre quien era médico de profesión pero un apasionado por la plástica igualmente por la fotografía, siendo que se dedicó al arte del fotograma, abriendo en 1864 un estudio junto al maestro Tovar y Tovar, y dejó a un lado la ciencia médica, de la que casi no se ocupó. Entre las anécdotas del pequeño Tito, está que con La fragua, ganó una beca a París con apenas 12 años pero por su edad no lo dejaron ir, posteriormente, dos años después, se ganó una beca también a la ciudad de las luces con la pintura Los Monaguillos, no lo querían dejar ir nuevamente pero convencieron al padre.

En su anecdotario también está la amistad que mantuvo siempre con la familia Lecuna Escobar. Siendo que pintó a los hijos del polifacético historiador Vicente Lecuna Salboch, primero cuando eran pequeños, en Retrato de la familia Lecuna y cuando eran adultos los tomó como modelos para algunos cuadros, es el caso del tríptico La Agricultura colección del Banco de Venezuela donde aparece Valentina con su hija Elenita; también Carlos Urdaneta – aparece sentado, esposo de Elena – con Vicente Ramón – tiene una capa negra-. Inclusive se fijó en la señora Escobar cuando ésta falleció para inspirarse en la pintura La muerte de la esposa del Libertador. Por cierto, Lecuna, el célebre historiador, a propósito de la restauración que hiciera de la Casa Natal del Libertador, le encargó los frescos de Bolívar para el referido espacio. (FIN/ IARTES/ Teresa Quilez)

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