La Vida es la substancia del existir. Proteger, preservar y mejorar constantemente las condiciones naturales y artificiales que la hacen posible, conforma la esencia de la sustentabilidad, no sólo desde una perspectiva biológica, sino también espiritual y emocional.
Acostumbrados a preocuparnos sólo por el presente o el futuro cercano siendo víctimas constantes de nuestra propia inmediatez; no advertimos que como especie nuestra subsistencia sólo es posible mediante una conducta intergeneracional conservacionista pues, de lo contrario, estaremos destinados –por lo pronto y como agreste paliativo- a colonizar otros planetas y en lo ulterior, damnificados por nuestra autonegación, a la inevitable extinción por ignorancia, soberbia, ceguera e insensatez en la sistemática destrucción de nuestro planeta Tierra.
Lo anterior no pretende ser un agresivo párrafo, extravagante y presuntuoso. Consideramos que un poco de disposición y humildad para enfrentar con autocrítica sincera las decenas de investigaciones, fotografías y documentales contentivos del daño que hemos causado a los mares, el aire, los polos, la selva, la capa de ozono, los ríos, miles de especies animales extintas y en general a la biosfera; serían suficientes para asumir que, bien sea por acción u omisión, comodidad o indiferencia, tenemos todos responsabilidad. Desde los mas pequeños actos lesivos a la Naturaleza –pasando por la impráctica de una vida activamente ecológica-, hasta aquellos que intoxican dolosamente y en cantidades industriales al medioambiente.
Sin embargo, hay también una parte de la Humanidad innovando, haciendo el esfuerzo por enseñarnos cómo vivir en armonía con lo natural; combinando nuestro afán desmesurado de confort, consumo, innovación, tecnología y generación de desechos, con un ejercicio de la vida cuyo impacto en la Naturaleza pudiera ser tolerado y progresivamente filtrado por ésta.
En la búsqueda de superar la incoherencia en la que nos sumimos, recuperando el balance original; muchas de las tendencias constructivas y arquitectónicas actuales se han concentrado, tanto en el ahorro en las múltiples fases civiles o de suministro de cualquier obra, así como su correlativa operatividad y funcionamiento, con el propósito de simplificar procesos aplicando materiales ecológicos y utilizando la menor cantidad de horas hombre y energía para edificar, calentar, enfriar o hacer posible cualquier función de potencia inherente al desarrollo de verdaderos y autosustentables hábitats humanos.
Asimismo, se investiga cómo convencer al Hombre de transformar su acostumbrado ciclo devastador-consumidor energético; al de usuario sensible, sostenible-productor-acumulador y distribuidor de energía limpia excedentaria.
Efectivamente no se sugiere la ingravidez existencial o el fanatismo ecológico llevándonos a vivir como lo hacíamos en las cavernas, la Era del Fuego o el Hierro o quizás la Revolución Agrícola. Pero sí de dirigirnos hacia prácticas vivenciales que no sean a costa irrevocable de la Naturaleza.
Debemos todos asumir las tecnologías verdes no como un costo, sino como una decisión vital comprendiendo que, no obstante la apariencia de sus elevados precios financieros, son el inevitable resultado de años de investigación dirigidos a revertir la extraviada visión configuradora de nuestra civilización; que hoy nos lleva a reflexionar acerca de la fragilidad de nuestra especie y la finitud de los recursos que la soportan.
Quizás no existe el único responsable directo de esto… Quizás es la consecuencia de la recalcitrante indolencia con la que trasladamos cómodamente a otros, situaciones donde tenemos una obligación individual en beneficio de la Humanidad. Sin embargo, nos alcanzó el impostergable compromiso como especie; aunque sigamos negando la realidad de los cambios inherentes a nuestro cómodo, contaminante y moderno estilo de vida.
Las nuevas tendencias de paneles solares en los techos de los hogares; el uso justo de la energía y la posibilidad de acumular el excedente para retornarlo a plantas de distribución que compensen las diferencias del consumo, generando rentabilidad e incentivos, son una pequeña muestra de la filosofía de colaboración y retroalimentación que como Sociedad debemos asimilar en todos los aspectos.
Techos verdes, certificaciones Leed, materiales ecológicos y cientos de mecanismos que nos ayuden a armonizarnos con la recuperación y conservación del entorno ambiental; son sólo el comienzo de una actividad que debe llegar a convertirse en la única forma de práctica constructiva en el Mundo entero, siendo los clientes quienes tienen el poder de exigir a los promotores y constructores proyectos desarrollados bajo las tecnologías de menor consumo, cero emisiones, acumulación eficiente energética y materiales verdes, ecológicos y reciclables.
La sustentabilidad deberá ser en unifamiliares, multifamiliares, comerciales y oficinas; todavía mas importante como objetivo de adquisición inmobiliaria, que el diseño, los acabados estéticos y ornamentos de menor importancia para la preservación de la Vida.
Como ya existen incentivos gubernamentales para quienes compran coches eléctricos, que son estimulados por grandes empresas privadas, cadenas de hoteles y centros comerciales; deberán aplicarse incentivos para quienes adquieran viviendas sostenibles.
Los compradores tienen la posición preponderante de exigir a los gobiernos, promotores, constructores y en general a todo aquel que intervenga directa o indirectamente en el diseño y edificación de inmuebles de cualquier tipo; convenciéndolos de elevar los criterios administrativos y de gestión requeridos por la Humanidad para corregir sus propios errores.
Así cualquier costo asociado aptitudinal, financiero o político será exiguo; ante la inminencia de la gravedad de las consecuencias de nuestras prácticas y la urgencia impostergable de las soluciones, mediante las investigaciones científicas, la arquitectura ecológica, la construcción sustentable, la promoción y venta de una consciencia del consumo inmobiliario y en general de cualquier producto basada en la preservación como incipiente tributo de desintoxicación y enaltecimiento a la Madre Tierra.
César García Urbano Taylor
Abogado. Universidad Católica Andrés Bello (1999). Corredor Certificado por la Cámara Inmobiliaria de Venezuela (2000-2001). Especialización en Derecho Corporativo. Universidad Metropolitana (2007). Diplomado en Historia de Venezuela, UNIMET (2009). Diplomado en Estudios Latinoamericanos, UNIMET (2010). Diplomado en Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias UCAB (2009-2010). Maestría en Gerencia, Dirección y Gestión de Empresas Constructoras e Inmobiliarias. Universidad Politécnica de Madrid. Mención Sobresaliente (2009-2010).
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