Del reposicionamiento y reinvención de un pueblo a partir de la valorización de su historia.
Beatrice Sansó de Ramírez
El concepto de patrimonio cultural es hoy en día de carácter dinámico. No se limita a aquellos bienes, muebles o inmuebles, que hayan sido declarados monumentos o susceptibles de serlo, por su condición artística, histórica, religiosa, social o arqueológica. Responde por el contrario, a los valores o principios culturales heredados por una sociedad y que, por su naturaleza identitaria, actúen como soportes de la memoria colectiva de un pueblo.
Ahora bien, cada grupo humano crea sus propios valores culturales, en virtud, entre otros, del lugar y la época de que se trate, y va provocando así, el cambio de los mismos. Hasta el «Iluminismo o Siglo de las Luces», caracterizado por la búsqueda y divulgación del conocimiento como instrumento contra la ignorancia, las sociedades sólo protegían a los bienes por su sacralidad o por la admiración que los mismos les generaran. El patrimonio por tanto, quedaba reducido a los «monumentos», que, como su nombre de en latín indica, deriva de «monu», ésto es, del verbo «recordar», por lo que, eran considerados como tal, únicamente los bienes que rememoraban el pasado.
En ese momento de la historia, en el que la función social de la cultura (artes, músicos, etc), dejó de ser manejada por los poderosos (mecenazgos, censura, educación), la misma fue aprovechada para crear un vínculo emotivo de los pueblos con el pasado, de manera de promover en ellos un espíritu nacional. El patrimonio, dejó de basarse en la secularización de un bien, y pasó a abarcar, no sólamente a los objetos de los coleccionistas privados, sino que también se abrió al conocimiento de todos, para convertirse en «bienes culturales de carácter público o acervo cultural», impulsado todo ello, por la apertura del «Museo del Louvre» en París, el 8 de noviembre de 1793, como Primer Museo Nacional de Europa, el cual recibió las piezas y colecciones de particulares obtenidas graciosa o forzosamente por parte del Estado.
Se busca entonces que el patrimonio sea una vía para plasmar en un objeto la cultura común de una población, que es aquello que la une y que permite su sobrevivencia.
Bajo estas premisas, y convencidos de la relevancia del mismo para la preservación de los valores de un pueblo, región o humanidad, y como organismo de promoción y divulgación cultural, creamos en «PDVSA LA ESTANCIA», un eje de revalorización patrimonial, el cual, a partir de la llamada Gerencia de Patrimonio, actuaba en conjunto con el eje cultural, ambos acompañados transversalmente por el de carácter social. Es decir, partíamos en todo momento de la interacción con las comunidades, para el logro de nuestros fines.
Gracias al hecho de haber concebido el patrimonio cultural, desde el punto de vista subjetivo, esto es, de haberlo considerado sometido a los cambios de los valores humanos a través de la historia, fue lógico que incluyéramos dentro de nuestros proyectos, como lo hicimos entonces, los de revalorización de obras de arte, espacios urbanos, centros históricos y por supuesto, los de patrimonio intangible. Al efecto, ya hemos hecho referencia por ejemplo, al proyecto que llevamos a cabo de la rehabilitación de la «Esfera de Soto» o al de las piezas artístico cinéticas que aún hoy conforman el «Complejo Urbanístico de la Plaza Venezuela», ambos en la ciudad de Caracas, entre otros.
Nos corresponde en esta oportunidad, detenernos en el análisis de uno de los bienes patrimoniales venezolanos de mayor relevancia, el Templo de Santa Ana, el cual, como su nombre lo indica, se encuentra ubicado en la población de Santa Ana del Norte, de la Isla de Margarita, en el estado Nueva Esparta.
Cabe señalar que, en su sede, el 6 de mayo de 1816, en virtud de la dirección que hacia la Isla de Margarita (insurreccionada por el Prócer Juan Bautista Arismendi), tomara la exitosa «Expedición de Los Cayos», liderada por El Libertador, gracias al apoyo de Petión, Presidente de Haití, fue declarado Simón Bolívar, por una gran Asamblea compuesta de todos los individuos de la misma y de cuantos en la isla podían tomar conocimiento de los negocios públicos, «Jefe Supremo de la República y Comandante en Jefe del Virreinato de Nueva Granada». Igualmente, fue por ésta reconocido como Segundo al mando, el margariteño Santiago Mariño.
Allí hizo pública El Libertador, ¨una proclama anunciando el Tercer Período de la República. Dijo cómo se había formado la expedición y cuál era el designio que traían los extranjeros alistados en ella. Autorizó a los pueblos para nombrar sus Diputados al Congreso, que tendrían las mismas facultades soberanas que en la Primera época de la República; y a los españoles que habitaban en Venezuela les proclamó la cesación de la Guerra a Muerte, si ellos dejaban de hacerla, ofreciendo a los venezolanos seguridad completa, «porque vosotros sois siempre inocentes para vuestro hermanos». (LARRAZÁBAL, Felipe: «Vidas y Escritos del Libertador». Tomo II. Pág. 28. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 2008).
Es decir, que la Isla de Margarita, desdeñada su importancia por los realistas, fue, tanto a través de su Iglesia como del pueblo de Santa Ana del Norte, al contrario de lo que pensaban incluso los jefes patriotas expedicionarios con respecto a la misma, «el teatro de los grandes hechos, el sepulcro donde quedó humillado el orgullo de Morillo» (LARRAZÁBAL, 26).
A pesar de su trascendencia, dicho Templo de estilo colonial, construido en 1749, de planta rectangular, cerca de 40 metros de fachada sobria y sencilla, con una «Torre España» de tres cuerpos, escalera de acceso exterior al frontón de tres naves internas, arcos de medio punto y paredes de «bahareque» y mampostería, estuvo abandonado por mas de 10 años, habiendo sido lo mas desastroso de su deterioro, la caída de su techo.
Ahora bien, el 19 de diciembre de 2014, luego de la ejecución de nuestra parte, de un muy importante, complejo y hermoso proyecto de rehabilitación del inmueble y sus alrededores, y de restauración y reconstrucción de sus bienes muebles, lo entregamos al pueblo de Santa Ana del Norte completamente recuperado.
Inspección en conjunto con la comunidad de los trabajos de rehabilitación del Templo de Santa Ana del Norte
El proyecto de restauración fue desarrollado con el mayor rigor científico, habiendo iniciado, como en todos nuestros trabajos, con una estrecha interacción con la comunidad. Ello fue de gran trascendencia, sobre todo, por las características mismas de la Isla de Margarita, vale decir, su riqueza paisajística, ambiental y mas aún, cultural, resultado de la mezcla de sus habitantes originarios: nuestros indígenas Caribes, con los inmigrantes de tierra firme y países europeos. Su música, variada y rica («los Polos Margariteños»); sus compositores, de altísimo nivel (como Beto Valderrama); con hermosos bailes y las famosas «Diversiones», como «La Burriquita», «La Lancha de Nueva Esparta», entre otros; así como, reconocidos pintores galardonados incluso como Premios Nacionales de Artes Plásticas (Omar Carreño, Francisco Narváez, Ramón Vásquez Brito, por sólo nombrar algunos).
Por lo tanto, nuestro trabajo debía ser continuo y permanente, de apoyo contundente a las expresiones identitarias, de promoción de costumbres; y, sobre todo, destinado a la búsqueda de su sostenibilidad, haciendo énfasis en las labores artesanales y en las actividades culturales.
Templo Santa Ana rehabilitado
Al efecto, la población de Santa Ana del Norte, previamente denominada «Villa del Norte», fundada en 1530 por el Capitán Diego Vásquez Coronado, por orden de la gobernadora Aldonza Manrique, es quizás la más rica en manifestaciones manuales del Estado Nueva Esparta. En la población de «El Cercado», se trabaja el barro, de forma libre, sin torno, el cual es obtenido por las alfareras, luego de ir en su búsqueda al vecino Cerro de La Cruz, desde donde se transporta en «mapires» (cestos de fibra margariteños), y después se quema, en el área de sus casas particulares denominada «quemadero». Todo ello, además del agotamiento que les provoca, ha generado para muchas de las artesanas, una progresiva pérdida de la visión, por el contacto diario con las cenizas, requerido para realizar sus «múcuras» y vasijas de las más diversas formas y tamaños.
En el pueblo de «El Maco», por su parte, se elaboran a mano los famosos «zapatos maqueros», suerte de alpargatas fabricadas en tela de «blue jean», con suela de goma espuma. En todas las casas de «La Vecindad», se tejen las hamacas y «chinchorros de pabilo», en telares rústicos de cuatro palos, muchos inmaculadamente blancos y con el nombre de la Isla en su faldellín, trabajado a mano; y, otros de variados y hermosos colores. Las cestas o «mapires» de los pescadores e incluso, la producción de nuestro instrumento nacional, denominado «cuatro», por el número de sus cuerdas, gracias a la enseñanza del fallecido cultor y «luthier» margariteño Emilio Antonio Jiménez, son otros de los objetos que también encontramos en la zona.
Zapatos de “El Maco”
Chinchorros de la Comunidad de Santa Ana
El Templo de Santa Ana del Norte según se señala, fue construido para adorar a las tan veneradas Vírgenes, de Guadalupe en sus inicios, y luego, de Santa Ana. De allí que, no por casualidad, estaba colmado de retablos y tallas y de estilo colonial, 300 en total, muy trabajadas y de mucho valor.
Ahora bien, el sentido de pertenencia de la comunidad sobre su Templo, generó que la misma se organizara, y repartiera las piezas para custodiarlas durante los años de su destrucción, las cuales nos fueron de su parte entregadas porque sabían de nuestra seriedad y respeto por el patrimonio. «Sólo a PDVSA La Estancia se las consignaríamos», señalaban. Esta confianza la habíamos generado gracias a nuestra gestión de acompañamiento social, donde todas y cada una de las casas y sus habitantes fueron censados, así como, también lo fueron sus necesidades, costumbres y roles, y también como respuesta a la incorporación de cada uno de sus miembros en los distintos proyectos.
Logramos entonces crear en la Casa Parroquial, luego de un intenso intercambio con el Párroco del Templo, un taller de restauración, al que todos los habitantes llevaron sus respectivas piezas, que fue dirigido por una reconocida profesional experta en dicha técnica para piezas coloniales y religiosas, y cuyo grupo de trabajo fue conformado con 21 miembros de la comunidad, quienes hicieron una labor de filigrana, desde el «decapado» de cada una hasta su retoque final, a la vez que obtuvieron la experticia correspondiente que debía instalarse como fuente de trabajo e ingreso de la población a futuro.
Con respecto a la Iglesia, las exploraciones arqueológicas, que siempre llevábamos a cabo al dar inicio a cualquier proyecto, permitieron obtener una serie de hallazgos de mucha trascendencia. Así, que el piso original de la iglesia era mas bajo que el nivel de la calle, lo que nos permitió identificar que el pedestal de las columnas había sido cubierto. Y que, dentro de uno de los nichos, estaba pintado un Escudo de Venezuela, en su forma primigenia, es decir, con el caballo mirando hacia adelante. También, que la silla atribuida al Libertador, no era un falso positivo, ni tampoco lo era el banco que siempre se había identificado como el utilizado por los notables en las reuniones patrióticas señaladas.
Estos descubrimientos, revelaron sobre todo el rol histórico político de la Iglesia, por haber fungido como sede de la Junta o Asamblea de Notables, esto es, como Congreso; y, las tallas, su campanario y su estructura en general, son por su parte, definitorias de su condición de centro de culto.
Lo anterior ratifica la importancia de la Iglesia de Santa Ana del Norte, dado su múltiple carácter patrimonial, también el histórico, arquitectónico, político y religioso. Todo unido a aquel relacionado con el valor que la comunidad le atribuye como parte de su identidad.
Así, el diagnóstico indicó que se debía realizar, tal como se hizo en aquella oportunidad:
– La construcción y reparación de muros externos;
– La colocación de un techo nuevo;
– La restauración del campanario;
– La actualización del sistema de aguas blancas, servidas y drenajes;
– La sustitución y actualización del sistema eléctrico;
– La colocación de un nuevo pavimento en granito, para garantizar su durabilidad;
– El arreglo de las maderas (ventanas, portón, puerta, marcos en general).
Templo Santa Ana Rehabilitada por PDVSA la Estancia — Iluminación Monumental LED
Como novedades, esto es, como elementos de revalorización, se agregaron: una nueva iluminación interna con tecnología ahorrativa LED; la colocación de nuevas lámparas sustitutivas de las anteriores que, además de deterioradas, eran mas bien una copia o falso histórico, se habría podido por otras 6 colgantes, modernas y de mejor calidad y durabilidad. Y, por supuesto, la incorporación de las 300 piezas o tallas y retablos originales que habían sido custodiados por la comunidad, pero absolutamente restaurados con los mejores materiales y técnicas.
Los bancos y mobiliario en general (el altar, el ambón, la sede, la credencia, el presbiterio, el sagrario, la pila bautismal), esto es, todos los objetos que conforman la liturgia, fueron diseñados y elaborados artesanalmente, por el reconocido Ebanista y Escultor Berend Zitman, quien hizo uso de las mejores maderas y materiales, y mantuvo su reconocido y particular estilo minimalista, «danés», que, sobre todo, no compite con la condición colonial del templo y sus bienes y le da al mismo un carácter de orden y pulcritud.
La Sacristía también fue rehabilitada en todas sus partes.
La plaza donde se encuentra la Iglesia, esto es, su zona de injerencia, fue remozada, tanto desde el punto de vista ambiental, como de su mobiliario urbano y caminerías. Así también lo fue, la Estatua Libertadora allí ubicada. Los árboles y plantas recibieron el tratamiento fitosanitario correspondiente. Se mejoraron los sistemas de drenaje en general. Se colocó una iluminación LED exterior a la Iglesia, de índole monumental y ahorrativa. Se realizó la limpieza de fondo y se mejoró, entre otros, el asfaltado y la señalización general de la zona.
Pero del proceso de restauración, lo más emocionante fue sin duda, la incorporación voluntaria, y la participación continua de la comunidad en todas y cada una de sus etapas. El pueblo de Santa Ana del Norte, siempre ha vivido alrededor de su Iglesia, por su valor religioso y por el de su carácter histórico. Ha sido un pueblo orgulloso de su pasado, hoy capital del Municipio y del Gobierno político provisional, ese 6 de mayo, en que se declaró desde su Iglesia la Tercera República.
Así, entre sus casas encontramos la del Prócer Francisco Esteban Gómez, pero también, la de Juan Bautista Arismendi, cuya intervención fuera, tal como señaláramos con precedencia, de condición definitiva dentro de nuestra acción libertadora, así como, lo fuera la de su esposa, Luisa Cáceres de Arismendi, una de las pocas heroínas latinoamericanas, cuya lucha libertaria la llevó a morir encerrada en el Castillo de Santa Rosa en la Isla, por parte de los españoles.
El fervor religioso, por otra parte, reúne al pueblo los días 25 y 26 de julio, en los que son famosas las festividades por la Patrona de Santa Ana. Y el 2 de agosto la Procesión de la Virgen de Santa Ana, es admirada y acompañada por todos los margariteños.
Por su parte, realizamos un hermoso trabajo con las alfareras de «El Cercado», habiendo diseñado y colocado una «señalética» «ad hoc» desde el Aeropuerto Santiago Mariño hasta dicha población, a los fines de promover su visita turística. También censamos y apoyamos desde el punto de vista de su salud y necesidades básicas, a las artesanas.
Se hizo un diagnóstico integral de cada uno de los artesanos de «El Maco» y de su situación, para evitar que la producción de los zapatos terminara, por falta de apoyo.
Distintos grupos de «Diversiones Margariteñas» fueron atendidos y promocionados, a través de la entrega de instrumentos, trajes típicos o libros.
Las tejedoras de «La Vecindad» recibieron hilos y pabilos para poder continuar con el tejido de sus chinchorros.
Se ayudó igualmente a fortalecer el trabajo de los músicos de la zona y se invitó a las artesanas a vender sus productos permanentemente en la sede del Hotel Venetur de la ciudad de Porlamar, donde también realizamos un trabajo de rehabilitación importante.
Ahora bien, haberse convertido por más de 10 años, sólo en un área de paso para aquellos turistas que seguían hacia la playa, podía haber llevado a la población de Santa Ana del Norte, a sucumbir ante los sentimientos de nostalgia y desánimo. Por el contrario, en virtud de que siempre había considerado su patrimonio histórico-religioso como un signo de identidad, hasta el punto de haber voluntariamente custodiado las tallas y retablos, la rehabilitación y entrega de su Templo recuperado, ha generado en el mismo un sentimiento de orgullo que va a perdurar en el tiempo, y a evitar que un episodio como el anterior, de destrucción y olvido, y ningún otro menor, pueda lejanamente llegar a repetirse.
Todo lo anterior nos confirma que las acciones usadas para la rehabilitación del templo fueron las correctas, pues se basó en la interacción con la comunidad, en consideración de que el patrimonio debe ser democratizado, porque él no es un bien, es un derecho, como sabiamente lo califica nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 99. El patrimonio es un valor cultural común. Por eso, el Estado ha de garantizar su «protección, preservación, enriquecimiento, conservación y restauración». Y el acceso a éste debe considerarse un vehículo para la conformación del conocimiento colectivo, para la integración social con el pasado.
El patrimonio es un instrumento para favorecer la socialización. Su restauración es un proceso de conocimiento compartido, de consenso social y con poder transformador.
Templo Santa Ana Rehabilitado — Socialización del Patrimonio (Nótense los retablos y tallas restaurados con los mejores materiales. Igualmente las 6 lámparas colgantes y el pavimento de granito). También la activa participación del pueblo en la misa.
Hoy en día el gran reto en el ámbito de la cultura y de los organismos especializados (UNESCO; ICCROM; ICOMOS), es el de hacer del patrimonio un instrumento vivo, generador de comportamientos, activo, modificador de conductas. No puede tratársele como se hace a un inmueble de recorrido puntual, como a un «stadium», al que se le visita sin sentido de pertenencia, y lamentablemente, se le ensucia y se deja. Debe formar parte de la vida cotidiana de la colectividad. Debe coadyuvar en la transformación de los valores hacia la convivencia, la creación, el ocio productivo, la inhibición de los flagelos sociales (delincuencia, droga). Debe formar parte de la comunidad, y ésta debe sentirse parte del mismo, como en una suerte de retroalimentación.
En el caso de la Iglesia de Santa Ana, nos encontramos felizmente ante uno de los pocos ejemplos a nivel mundial, en que en lugar de generarse tensión entre el valor cultural del bien y el de culto como tal, se produjo un diálogo entre la fe y la cultura, habiendo incluso colaborado la primera, ese 6 de mayo, en la construcción de un Estado laico, de nuestra República.
Pudimos evidenciar igualmente, cómo el Templo de Santa Ana del Norte participa en la vida cotidiana de la comunidad: cómo cada uno de sus miembros intervino en la restauración de la Iglesia, de las tallas, retablos e imágenes en general; fungieron de veedores, de fiscalizadores, liderizaron las discusiones; estuvieron en las reuniones explicativas del proyecto; lo enseñaron al resto de la Isla.
Día de la entrega del templo rehabilitado a la Comunidad de Santa Ana — 19 Dic 2014
La restauración de la Iglesia de Santa Ana, de su entorno y zonas de injerencia, y de todas y cada una de sus piezas, le permitió a su población reposicionarse en el puesto que le tuvo siempre destinado la historia, el de la preservación de nuestra identidad.
Hoy Santa Ana del Norte, abre sus puertas, no sólo en las Fiestas Patronales, sino cada día en que trabajan y muestran el tejido de una hamaca o el «torneo» de una vasija de ese barro de color intenso, ese del Cercado, el que quiere contarnos la historia de sus alfareras, porque cada una de ellas forma parte de lo que a través de la restauración de la Iglesia buscamos, el retorno de la historia, del culto, de las escenas y el amor y apego a nuestras tradiciones, a nosotros mismos.
Población de El Cercado. Alfareras, vasijas y «múcuras».
Santa Ana del Norte, es ícono de nuestro sentido patriótico, y por eso, es patrimonio de nuestra identidad histórica. Hagamos de ese pueblo de Próceres, un espacio para acercarnos a nuestra capital, la de Venezuela, la que en ella se estableció un 6 de mayo de 1816, porque desde allí encontraremos muchas razones y motivos para sentirnos cada vez mas venezolanos.
Foto principal: Templo Santa Ana — Isla de Margarita 2014
Contacto:
Beatrice Sansó de Ramírez
Abogada Summa CumLaude. Doct. en Derecho. Prof. UCAB-UCV. NYU Cities and Urban Development. Pdte PDVSA La Estancia 8 años: arte y espacio público, social, cultural.
En twitter: @utopiadeloposi2
Que artículo interesante, una información que no conocía. La narrativa de los trabajos de recuperación y valorización es sencilla y comprensible. La próxima vez que viaje a La isla iré a Santa Ana y estoy seguro que habrá donde alimentarse. Felicitaciones a la autora y colaboradores de este actividad tan fructífera.