La sensibilidad del arquitecto Tomás José Sanabria y su formación humanística y funcionalista coinciden en una particular visión de la arquitectura, “arquitectura es respeto al ser humano”. Este pensamiento se hace presente en sus obras, ya que sus diseños “se basan en programas, que buscan adaptarse al entorno al cual pertenecerán, a fin de aportar una mejora al lugar por modificar y hacer que el ser humano viva mejor”.
“Invariablemente analizo el lugar que rodea al terreno donde voy a actuar, pues dependerá de la naturaleza del sitio la intervención por hacer. Hoy en día considero que no puede existir diseño en arquitectura sin que esté íntimamente atado al diseño urbano ”.
– ¿Cómo ve la arquitectura venezolana actual?
– Muy parecida a lo que está ocurriendo en todo el Planeta. La situación es muy mala y se agrava por ser pésimo el momento para formar futuros arquitectos. En primer término, el joven no piensa, sólo copia lo que ve en revistas y luego, los que actúan como profesionales no toman en cuenta el entorno, pareciera que para ellos, la ciudad no existe. Grave confirmación que hemos de analizar.
Estamos bombardeados por excelentes técnicas publicitarias (libros, revistas etc,) que sin mayor contenido ideológico seducen al rústico lector inhibiéndole concebir nuevas alternativas -.
Sanabria admite con plena sinceridad la destreza que ostenta el arquitecto venezolano, y son muchas las obras que admira por su alta calidad arquitectónica, pero no se explica la razón del aparente rechazo a intervenir mas allá de los linderos del terreno asignado, “esa resuelta repulsión hacia intervenir la ciudad”.
“Tiene que venir un cambio de actitud o las ciudades colapsarán prematuramente. Estamos sistemáticamente debilitando la estructura urbana a nivel mundial, y ello se debe a la irresponsable actitud del arquitecto de nuestros tiempos que sólo cumple con diseñar el edificio que cabe dentro de los linderos de un terreno, acoplándose casi siempre a la moda del momento.
Esta banalidad no sólo es característica en las ciudades de Venezuela, insisto en que ocurre a nivel mundial, pero es la tendencia que estamos percibiendo. Cada ciudad se está pareciendo a cualquier otra, sin importar su topografía, su clima, su latitud o razón social. No sería extraño que dentro de poco no podamos distinguir una ciudad de otra; a eso llegaremos si no tomamos conciencia sobre el tema. Los arquitectos pasaremos a la historia como ilustres protagonistas castrados por la globalización, la cual nos impondrá el uso de materiales, formas, técnicas y oficios dentro de esa terrible monotonía.
“Me preocupa el insumo que las nuevas generaciones de arquitectos reciben en los talleres de diseño arquitectónico dentro de las Escuelas de Arquitectura. Pienso que presentirán la obligatoriedad de actuar cual ‘robots’ en sus propuestas, sean cuales fueran las condiciones ambientales del lugar urbano donde actúen.
Ante esta apreciación, le preguntamos al arquitecto Sanabria sobre el rol de los urbanistas en la problemática a la que hace referencia. Comenta brevemente que “la ciudad es un hecho político; siempre lo he dicho. La ciudad no es hecha ni por arquitectos ni por urbanistas”. Sin embargo, prefiere no profundizar en el tema, ya que es un punto importante que habría que tratar con detenimiento en otra oportunidad.
Concluye esta idea con un símil entre arquitectura y medicina: “Así como los médicos tienen que conocer el cuerpo humano cuando lo intervienen, el arquitecto tiene que familiarizarse con el cuerpo urbano que va a modificar. La medicina y la arquitectura son dos profesiones de servicio social, cuyo objetivo final es que el ser humano viva en mejores condiciones”.
Se plantea Sanabria una interrogante a modo de reflexión: “Tiene que existir la Arquitectura Tropical. ¿Cuál será la razón por la que no aceptamos que vivimos en una zona conocida como ‘El Trópico’, perfectamente delimitada entre el Trópico de Cáncer y el de Capricornio, simétricamente inscritos a 23º al Norte y al Sur del Ecuador ?
Al observar un mapamundis es muy clara esa región, perfectamente delimitada por las mencionadas latitudes. Es esa la zona donde vivimos y el lugar donde hemos de trabajar, hemos de investigar su historia, sus características culturales, su clima y sobre todo qué es lo que nos diferencia del resto de las otras latitudes, su desarrollo socio-económico, su potencial industrial.
La tergiversación de moda nos lleva a que sea obligatorio estar ‘in’ según el término de famosas revistas que dan noticias sobre proyectos de arquitectura. Es corriente leer también el término ‘cool’ para referirse a una determinada obra que hoy está ‘dando la nota’. Aquellos que piensan que la arquitectura es lograr que ese tipo de tribunal apruebe su obra, siempre actuarán para oír alabanzas.
El Trópico está lleno de obras que fueron concebidas en talleres de célebres oficinas que conocen del lugar por datos sacados del internet o por extravagantes ideas fecundadas mientras volaban en una avión en comunicación con sus oficinas en New York, Chicago o en cualquier otro lugar.
Si tenemos que proponer un edificio forrado en vidrio aunque estemos en el trópico, procedamos pues si es lo que hemos decidido hacer. ¿Cuál es el problema? Si nuestro criterio es utilizar el vidrio en una fachada no existe razón alguna para no hacerlo, siempre y cuando estemos claros en lo que ello implica en nuestro clima, que sepamos defender la razón por la cual hacemos la proposición y sostener un buen razonamiento frente al sensible aumento de costo que ello representará. De esta manera estamos actuando con ética y sabremos ganarnos nuestro puesto como profesional frente al cliente y frente a la sociedad. De lo contrario, si aceptamos algo que sabemos va a significar una ventaja para el cliente y que luego representará un exagerado costo para el futuro comprador, estaremos quebrantando la moral de nuestro ejercicio.
La obra del arquitecto Tomás Sanabria ha sido estudiada en diversas publicaciones, como en el libro “Tomás Sanabria Arquitecto, aproximación a su obra”, editado por la Galería de Arte Nacional en 1995, en el cual se indica que su arquitectura refleja cuatro aspectos: el funcional, higiénico, político y el formal. Respecto a estos puntos, el arquitecto señala, “para mí la forma no es lo esencial, me incumbe más la función. Si tú duermes tranquilo después de haber hecho un proyecto porque ayudaste a que la gente viva mejor, eso es lo que a mí me interesa. La función es lo fundamental, después puede revelarse la forma”.
“Ese es el peligro de las revistas. ¿Qué ves tú en las revistas?, fotos extraordinarias. Una fotografía te expresa una forma y allí te quedas, a menos que la lectura te lleve a pensar en función”.
Sanabria considera que el hecho de que la función sea lo más importante, no quiere decir que la forma no sea relevante. “Cada cual llega en su oportunidad”, y afirma que “la forma no se debe preconcebir, sino que debe dejársele fluir ”.
“A lo que le doy más importancia es a lo subjetivo, no a lo formal. Eso es lo que me gusta de la arquitectura y cada vez me entusiasma más de esta profesión”.
Esta tradicional disyuntiva entre forma y función trae a colación el tema de la arquitectura como arte. “Yo no creo que el arquitecto sea un artista. En el arte, la obra es de su autor; es para satisfacerse a sí mismo y una vez que el artista declara haberla terminado, se puede exhibir en París, en Berlín o en Baruta y nadie la puede modificar. La arquitectura por el contrario, es un servicio cuyo fin es que el ser humano tenga una mejor calidad de espíritu.”
Sanabria insiste en el rol fundamental que la psicología tiene en la cotidiana acción del arquitecto. “Mantengo que esta materia debe ser incluida por lo menos en los dos primeros años de la formación del profesional. Son múltiples las disciplinas que hemos de entender para actuar frente a la sociedad pero una de las que más necesitamos es entender situaciones y en especial aquellas que nos permiten exteriorizar el respeto hacia el ser humano, solo así podremos transferir un claro deseo ante ciertas situaciones”.
“Redactar un buen programa ha de revelar inquietudes siempre ajustadas a las mejores oportunidades. ¿Cómo actuar de una forma que el participante se sienta tomado en consideración?”.
El arquitecto Sanabria considera que son muchas las determinantes que se deben tomar en cuenta a la hora de hacer un planteamiento arquitectónico. Entre éstas destaca un elemento que va más allá de los tradicionales factores: “el amor, porque si tú no logras entender el lugar, no podrás conquistarlo. Son pocos los terrenos y las circunstancias que uno entiende al verlos por primera vez. Y aquellos que a primeras de cambio te impresionan bien, de pronto comienzan a brotarle problemas”.
El aspecto higiénico al que se hace referencia en el mencionado libro editado por la Galería de Arte Nacional, es una interpretación de la obra del arquitecto Sanabria, por lo que intentar explicar este punto sería una reinterpretación, que posiblemente nos aleje aún más de su significado inicial.
“Le hacemos su proyecto sin compromiso para usted”
Al graduarse de bachiller, en Venezuela no existía arquitectura como carrera, por lo que inició estudios de Ingeniería. En paralelo, trabajó con la firma constructora Vegas y Rodríguez Amengual, quienes le ofrecieron una beca para estudiar arquitectura en donde él aspirara y decidió ir al Graduate School of Design en Harvard. Aquellos eran tiempos de guerra y Hitler había expulsado del país a los creadores de la Bauhaus, quienes después se fueron a Harvard. Esta coincidencia significó que Sanabria tuviera como profesor a Walter Gropius, quien según sus palabras “nunca agarraba un lápiz”. “Sus conversaciones eran de inmenso interés entre las que logré valorar la importancia de la psicología en la formación del arquitecto”. La mayoría de los jóvenes se encontraban en el frente de guerra, así que en su facultad eran tan sólo 25 alumnos. La guerra también trajo como consecuencia la escasez de empleos, por lo que los arquitectos-profesores se dedicaban casi exclusivamente a la docencia, así que era casi la misma cantidad de profesores que de alumnos. “Fue una suerte extraordinaria”, expresa Sanabria.
Regresó a Venezuela y encontró un país que no valoraba el trabajo del arquitecto. ‘Le hacemos su proyecto sin compromiso para usted’, se leía en la gran pancarta que promocionaba cada una de las pocas edificaciones que se construían en esa época. “Generalmente eran proyectadas por ingenieros asistidos por dibujantes que sentían tener dotes para actuar como arquitectos. Tú comprenderás que cuál era la motivación”, expone el arquitecto Sanabria.
Dos de sus amigos, Juan Andrés Vegas y Diego Carbonell, habían llegado dos años antes que él, de estudiar arquitectura en Massachussets Institute of Technology (MIT), Estados Unidos. Ellos también eran “jóvenes, inquietos y frustrados”, como señala Sanabria, porque los arquitectos en Venezuela, como Carlos Raúl Villanueva, Carlos Guinand y Luis Malaussena, formados en escuelas europeas, trabajaban casi exclusivamente para el Ministerio de Obras Públicas. “No existía aún el concepto de oficina de arquitectura privada”.
“Si no hubiese sido por esa situación y la desilusión que nos provocaba, no se habrían realizado las peñas”, aquellas reuniones de cada miércoles que materializaban estos tres jóvenes arquitectos. De esas conversaciones surgió la idea de formar la Escuela de Arquitectura, siendo Sanabria su primer director; Vegas fue la cabeza del movimiento urbanista y Carbonell, el presidente de la Sociedad Venezolana de Arquitectos.
A raíz de estas peñas también se inició la primera oficina de arquitectura en Venezuela, ‘Carbonell y Sanabria Arquitectos’. “Fuimos muy criticados. ‘Se van a morir de hambre’, nos decían. La verdad es que pasamos dos años sin proyectos, hasta que vino un señor de Valencia y dijo ‘me gustaría que nos hicieran un proyecto’, a lo cual respondimos: ‘eso sí, el 20% de los honorarios lo tiene que cancelar antes de comenzar’; de lo contrario no hacíamos ni una línea; y así empezó todo”.
“Ojalá los jóvenes hoy en día pudieran crear ‘peñas’; los motivos sobran y los anhelos son aún mayores que aquellos que nos provocaron”.
Tomás Sanabria, primer director de la Escuela de Arquitectura, menciona que en sus inicios tuvo muchas dificultades porque vivían en una dictadura”. Recuerda que en una oportunidad quiso reunir a siete profesores, “pero el Decano Willy Ossott, quien era un apreciado amigo, me mandó a llamar la atención porque no se podían reunir más de dos personas, porque esa era orden del Dictador. Luego los invité a mi casa y recibí la misma amonestación, tampoco se podían reunir en la casa más de dos profesores. Tú comprenderás que así no se puede hacer escuela. ¿Cómo puedes hacer educación si no te reúnes con tu cuerpo docente?”.
“En ese tiempo habría unos 100 ó 150 alumnos y le dije al Director que me sucedió, ‘mira, yo te pido que no dejes pasar la Escuela de más de 300 alumnos’, imaginándome que era una población casi imposible de alcanzar, pero la escuela llegó a tener 4.000 alumnos. Esa es la antítesis de la educación, porque tú no puedes tener una pirámide donde el número de elementos que la forman no puedan ni saber quién es el tope. Por eso yo creo siempre que la educación debe ser a nivel horizontal, que todos puedan ir de la base al tope y del tope a la base. Yo dejé las clases en la universidad porque no creo que esa situación pueda ayudar en tan noble propósito. Yo creo más en esto, así como estamos hablando. Mi oficina está y siempre ha estado abierta para cualquier alumno que quiera hablar conmigo. Pero yo no puedo estar en una institución en donde yo esté en desacuerdo con su estructura”.
Esta visión crítica, así como el respeto al ser humano y su compromiso con el cuerpo urbano, están presentes en la obra de Tomás Sanabria, por lo que destaca estas palabras: función y respeto.
Tomás José Sanabria
Estudios de Ingeniería Civil (UCV, 1942 a 1945). Arquitecto (Graduate School of Design, Harvard University, Cambridge, Mass., USA, 1947. Reválida (UCV, 1948). Fundador y primer Director de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la UCV en 1954. Miembro Honorario del American Institute of Architects, desde 1972. Miembro del Colegio de Ingenieros de Venezuela (No. 1.239). Autor de una gran cantidad de edificios de oficinas, bancos, industrias, terminales, edificios militares, hoteles, centro culturales, planes de renovación urbana y planes maestros. Falleción en Caracas el 19 de diciembre de 2008.
Entrevista publicada en la revista entre rayas No. 50, meses julio-agosto 2004. La entrevista fue realizada en su oficina, en abril de 2004 por Karina Lyn Urdaneta. La fotografía del Arq. Tomás J. Sanabria fue realizada por Andrew Alvarez. Las fotografías de obras son propiedad de Sanabria Arquitectos.
Leyenda de fotografías (en orden de aparición):
1. Arq. Tomás José Sanabria en su oficina.
2. Edificio Pardo & Hijos (Santa Rosalía, Caracas, 1945).
3. Local comercial Montemayor y Cía (Av. Francisco de Miranda, Caracas, 1951).
4 y 5. Edificio de La Electricidad de Caracas (Urb. San Bernadino, Caracas).
6 y 7. Edifico sede del Banco Central de Venezuela (Av. Urdaneta, Caracas, 1958).
8 y 9. Sede INCE (Av. Nueva Granada, Caracas, 1963).
10, 11 y 12. Edificio Hotel Humboldt (Parque Nacional El Avila, 1957)
13. Valla «le hacemos el proyecto sin compromiso para Usted». Dibujo: Arq. Tomás José Sanabria.
14. Dibujo sobre Las Peñas, reuniones de cada miércoles. Dibujo: Arq. Tomás José Sanabria.
15 y 16. Foro Libertador: Biblioteca Nacional y Archivo General de la Nación (Caracas, 1974).
17 y 18. Plaza Juan Pedro López (Caracas, 2000)
Presente junto con dos compañeros estudio especial de grado en dos entregas semestrales. La Primera se denomino, «Desarrollos Urbanos no Controlados» (Correspondiente al Noveno Semestre de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo) y la Segunda parte se denominó «Desarrollos Integrales en las Nuevas Ciudades», en esa oportunidad el Arquitecto Tomás José Sanabria que conformaba equipo de docentes en el denominado Taller Uno, manifestó al ser invitado como jurado de ambos trabajo que él era arquitecto, no urbanista, entendimos y respetamos su punto de vista aunque personalmente no lo compartía por tratarse de uno de los arquitectos más calificados del momento. Lamentamos mucho su desaparición física porque fue un profesional de conducta impecable que le dio mucho a la arquitectura-
Presente junto con dos compañeros estudio especial de grado en dos entregas semestrales. La Primera se denomino, “Desarrollos Urbanos no Controlados” (Correspondiente al Noveno Semestre de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo) y la Segunda parte se denominó “Desarrollos Integrales en las Nuevas Ciudades”, en esa oportunidad el Arquitecto Tomás José Sanabria que conformaba equipo de docentes en el denominado Taller Uno, manifestó al ser invitado como jurado de ambos trabajos que él era arquitecto, no urbanista, entendimos y respetamos su punto de vista aunque personalmente no lo compartía por tratarse de uno de los arquitectos más calificados del momento. Lamentamos mucho su desaparición física porque fue un profesional de conducta impecable que le dio mucho a la arquitectura