El Club Camurí Grande. Por César García Urbano Taylor

Hace unos años un amigo y socio del Club Camurí Grande me repetía incansablemente las maravillas del lugar; en tanto que para mí, sólo se trataba de una larga pared a orillas de la carretera hacia Los Caracas, que jamás se me había ocurrido traspasar.

Con el tiempo y los cambios sociales, los venezolanos comenzamos a buscar refugios para el disfrute y con ello, muchos espacios que ignoré durante mi adolescencia, se prestaron a ser explorados; evocando, para sus impresionados descubridores, las glorias de sus orígenes.

Quienes decidimos permanecer en el país, produciendo día a día su sanación, podemos refugiarnos, así sea por instantes, en las utópicas venezuelas que, ocultas a la desesperanza, perviven dentro de nuestra adolorida Venezuela, como señal de un consecuente porvenir.

Entre estos oasis, descubrí al Club Camurí Grande. Como no es posible ser socio de todos, cuando la familia comenzó a crecer, de súbito me avoqué a aceptar las invitaciones de todos mis conocidos a clubes como Izcaragua C.C, el Country Club, el Valle Arriba Golf Club, el Club Hípico, Altamira Tenis Club, Los Cortijos, Playa Azul, Puerto Azul, Marina Grande; entre otros lugares de reunión y esparcimiento, cuyas infraestructuras reviven los atavismos que debemos dejar, los cenáculos que debemos cambiar y lo que somos capaces de hacer con creatividad, tolerancia y compromiso conjunto.

Observé que, incluso en éste tipo de instalaciones, tuvimos una grandiosa época dorada… Muchas urbanizaciones en Caracas contaban con su club propio o por lo menos un lugar con áreas deportivas, reunión y venta de comida; compitiendo por ofrecer las mayores ventajas a sus habitantes o socios. Tuvimos una notable y para entonces progresista planificación. Es mas, gracias a esos visionarios que durante el período de entre los años 50 y 80, no escatimaban en desarrollar a Caracas con esplendidez, soñándola como ciudad del futuro; es que hoy día y pese al anacronismo, todavía puede vivirse y disfrutarse con un toque de resignación y paciencia.

Nuestros clubes en el Litoral, para su época, fueron proyectos que definitivamente superaban en todos los sentidos a la mayoría de los espacios con ésta vocación en las mejores ciudades del mundo. Quizás la fama de la Costa Azul, la Amalfitana, Saint Tropez, Mónaco y muchas otras ciudades costeras de Europa, América y Asia se debe a su orden, seguridad y la calidad de sus servicios públicos; pero ninguna de ellas tiene el cálido aire del Litoral, cuya temperatura perfecta acaricia la piel; el aroma de su intensa salinidad, que reconforta hasta el mas decaído de los espíritus y el temple de sus aguas, que te invita durante todo el día a permanecer bañados en ella.

Dentro de éste contexto, mediado el siglo XX, aguerridos promotores convirtieron áreas, en su mayoría haciendas coloniales con limitadas posibilidades de acceso entre riscos y profundas costas, en amigables clubes, establecidos con tal robustez y planificación, que todavía hoy impresionan por su resistencia a la inclemencia de los elementos y la permanencia de su visión.

Es así que un día tuve el privilegio de encontrarme en Camurí y comprendí el regocijo de generaciones enteras, cuando orgullosas se pasean por sus jardines. Bisabuelos, abuelos, hijos, nietos, bisnietos, sobrinos, primos y amigos, viviendo el lugar con la memoria y perspectiva de su generación; recreando, con ello, el auténtico significado de la palabra familia, en un ambiente arquitectónicamente en equilibrio con su medioambiente y usuarios.

Áreas sociales totalmente ventiladas, una piscina muy bien diseñada, el trabajo arduo del rompeolas, el manejo de corrientes adversas, la limpieza y orden de la playa, sus caminerías, restaurantes, jardines, atención y áreas deportivas. En definitiva la implantación de un proyecto conjunto entre Carbonell, Galia, Nouel, Martínez O. y Robles Piquer; sobreviviente a la decadencia del Litoral, administrado por un grupo de luchadores que pese a la dura adversidad, lo mantienen operando muy bien.

Arquitectónicamente atemporal, constructivamente sólido y renovando incansablemente su magia, enseña a las nuevas generaciones a cuidarlo como un verdadero tesoro y reflejo del país que, no obstante nuestras discrepancias, podemos realizar, superponiendo el bien común, al interés individual.

El Club Camurí Grande es un área con tanta identidad que nos lleva a extrañarlo cuando estamos lejos, a anhelar sus fiestas de fin de año por encima de los mas reconocidos lugares del mundo; a suprimir de nuestra mente el recorrido para llegar a él; a valorar el orden en la playa, la seguridad, la recolección de desechos, la educación, las buenas costumbres y la confraternidad entre nuestros hijos.

Sabemos que nos refugiaremos en la Venezuela que todos quisiéramos tener, dentro de la Venezuela que todos debemos mejorar en infraestructura, cultura de mantenimiento, seguridad y convivencia.

Un club diseñado en los años 50, perenne en el siglo XXI; arquetipo de la Venezuela que desde éste ejemplo debemos diseñar.

César García Urbano Taylor
Abogado. Universidad Católica Andrés Bello (1999). Corredor Certificado por la Cámara Inmobiliaria de Venezuela (2000-2001). Especialización en Derecho Corporativo. Universidad Metropolitana (2007). Diplomado en Historia de Venezuela, UNIMET (2009). Diplomado en Estudios Latinoamericanos, UNIMET (2010). Diplomado en Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias UCAB (2009-2010). Maestría en Gerencia, Dirección y Gestión de Empresas Constructoras e Inmobiliarias. Universidad Politécnica de Madrid. Mención Sobresaliente (2009-2010).
cesarsgu@gmail.com

Fotografía: tomada de http://clubcamuri.com.ve/

4 thoughts on “El Club Camurí Grande. Por César García Urbano Taylor

  1. Muy bueno el articulo, corrijo el dato de los orígenes del Club, no es de los años 40 sino 1958, el 5/3/1958 se constituyó la Compañía Anónima Camuri Grande, C.A. dueña de los terrenos del Club que formaban parte de la Hacienda Camurí y el 3/12/1958 se constituyó la Asociación Civil Club Camurí Grande a quien le fue traspasada la propiedad una vez desarrollado el Club a finales de la década de los 60

  2. Estimado Dr. García:
    Le quedo muy agradecido por su generoso artículo. Ciertamente, nuestros clubes en el litoral fueron producto de unos grandes venezolanos con visión de futuro. Luego, después de los dos deslaves de 1999 y 2005, contamos con otra generación de luchadores, cuya tenacidad y compromiso los reconstruyeron dos veces, convirtiéndose en ejemplo no solo para nuestras familias sino para la sociedad venezolana en su conjunto. Ambas generaciones, fundadores y reconstructores, son guía para los que hoy tenemos la responsabilidad de conservarlos.
    ¡Viva el Club Camurí Grande!

  3. He ido varias veces a ese fantástico Club. Se respira una Venezuela verdaderamente dispuesta a que las cosas funcionen. Creo que aquellos que gozan del privilegio de la infraestructura física y sobretodo académica y financiera tienen el deber, la obligación; con sacrificio y resignación por la ingratitud con la que seguramente serán tratados, de contribuir con las clases más pobres y enseñarles de alguna manera el valor de hacer las cosas bien, desarrollarse en espacios adecuadamente dispuestos, aplicar una cultura de mantenimiento, ser consecuentes en la convivencia; pagar para que todo funcione generando empleo y el compromiso porque algo es tuyo, te duele y tienes el derecho a exigir en la medida que das.
    Desde la posición del privilegio debe construirse ciudadanía, básicamente equivalencia entre derechos y deberes; la lectura social de que reclamo, pero debo dar y cumplir, incluso a veces haciendo un esfuerzo sobrehumano que Dios siempre privilegiará.
    Un País es como un gran Club.

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