Cuando desde el 11 de abril de 2002 las televisoras venezolanas pusieron comiquitas para ocultar la masacre que el gobierno cometía contra la población desarmada, quisieron aparentar normalidad escondiendo “lo anormal”, quisieron tapar la realidad mostrando la fantasía, pretendían bloquear la información sobre la masacre en curso, distrayendo a los televidentes, a quienes siempre han considerado incapaces de juicio propio. Se conoció como “el black-out” informativo.
Cuando desde el 12 de febrero de 2014, ya francamente hegemónico el régimen propagandístico chavista, se activó su aparato del dominio para desinformar la verdad de lo que protagonizaban los estudiantes universitarios venezolanos en las calles de nuestras capitales, las pantallas televisivas gobierneras o autocensuradas, las infinitas emisoras de radio pro-oficialistas o con funciones distractivas, las redes sociales difusoras de la propaganda del régimen, bloquean la información, neutralizan la realidad, tergiversan las evidencias, mienten cínicamente, igual que entonces, pero ahora oficialmente.
En ambos casos el afán de esos mediocres que se autodefinen “revolucionarios” es negar la realidad, esconder la verdad, aparentar normalidad, simular tranquilidad, hacer una “paz” a la fuerza, actuar como si nada. Puro “black-out”. Puede salir el idiota de Maduro con un bate en la mano para aparentar que es pueblo, sin saber batear, o puede el inepto que hace las veces de ministro del interior, inventar un libreto de novelucha policial, sin dar una prueba, pura fantasía. Pueden anunciarse las mismas obras varias veces, sin que terminen de construirse, o pueden mostrarse fotos de anaqueles repletos, sin decir en dónde y cuándo. Un tinglado de mentiras y trampas. Un escenario para crédulos, un mensaje para autoconvencerse ellos mismos y para engañar a los desinformados y a los desprevenidos.
Incapaces de imaginar que gente como los universitarios puede tener criterio y sabe leer entrelíneas, el régimen y sus agentes estudiantiles y profesorales dentro de las universidades supusieron que reiniciando las actividades académicas se acabarían “las protestas”. “Black-out”. Craso error, pues no han desaparecido las razones para protestar. Craso error, pues la mitad de la población estudiantil es la que eventualmente asiste, a unas aulas recortadas, disminuidas, perplejas de sí mismas, estupefactas ante tanta indignidad. Porque es indigno volver “a clases”, cuando faltan los otros compañeros, los que han sido secuestrados por el régimen, los que continúan asistiendo en las calles a las lecciones que ellos mismos están dando a la sociedad.
¿Cuál normalidad se quiere aparentar con la “vuelta a clases”? ¿Es normal ir a clases sabiendo que el gobierno chavista mató a la mayor parte de los 44 jóvenes asesinados por los neofascistas motorizados militarizados? ¿La normalidad es tener un ThinkThank o unas jornadas de investigación para demostrar que la FAU y las universidades, pueden seguir produciendo tranquilamente conocimientos a pesar del estrangulamiento financiero al que hemos estado sometidos desde 1983 (Ley de Homologación) por los sucesivos ministerios? Black-Out.
Una jovencita, casi casi una quinceañera que cursa Diseño III, respondió a mi asombro de verlos asistir silenciosos a las “clases” de diseño y a las otras, diciéndome: “nosotros hablamos entre nosotros y con los profesores, pero nadie hace nada, no pasa nada…” Y muchos de los profesores incorporados a esta farsa, sólo “dan clases” bajo este tiroteo. Algunos dedican unos minutos a “plantear el problema” o a “hablar de las protestas”, para luego retomar el hilo de los programas y ver cómo se salva el semestre. Misión cumplida: el chavismo logró su objetivo de neutralizar al CEA y al 50% de los estudiantes de Arquitectura. Seguridad en las puertas y en los estacionamientos, mientras la otra mitad de los estudiantes enfrentan afuera los perdigones, la violencia y humillaciones de los robocops y malandros parapoliciales. Horarios seguros, para no tener que escuchar las detonaciones ni respirar el gas. Organización para salir en grupos después de diseño, por el peligro de la oscuridad, de las sombras ¡¡ vaya manera de vencer las sombras !!
Mientras tanto, otros hacen largas colas, pero no para comprar harina ni aceite, sino para pedir en control de estudios el retiro de las materias o para solicitar las notas certificadas en secretaría UCV, pensando en un futuro que aquí está postergado.
Bajo las condiciones actuales, de violencia desbordada del gobierno en contra de las universidades y sus estudiantes, es ya ficción imaginar que pueden complementarse las “clases” con actividades de “concientización”, agitación o incorporación. Esta normalidad de la FAU, entristece, indigna, asombra, desmerita la herencia rebelde que Arquitectura se construyó en otros tiempos. Esta “vuelta a las aulas” es una máscara, una treta, una emboscada, una trampa caza ilusos.
La UCV no está normal. Es falso que la UCV puede seguir funcionando con cuentagotas presupuestario. Es un empeño ilógico trabajar o estudiar bajo estas condiciones, las financieras y las académicas, las de inseguridad y las de violencia interna y externa al campus. El semestre no existe más, los calendarios son relativos, eternamente reconducidos, efímeros. Preguntémonos cuál debe ser el perfil de los estudiantes ante esta debacle de país, revisando el currículo bajo estas condiciones.
¿Serán universitarios integrales los arquitectos que se gradúen a pesar de que sus compañeros quedaron presos o rayados por expedientes inconstitucionales? ¿Cómo podrán saludar a sus compañeros en el futuro, cuando les pregunten en dónde estaban cuando cerraban las cicatrices de sus torturas? ¿Será arquitectónico hacer abstracción del contexto, del espacio, del tiempo, del momento histórico? ¿Podrán los profesores de la FAU “dar clases” asépticamente, con gríngolas y tapones, bajo estas circunstancias? ¿Cuál es la validez de un proceso de aprendizaje, forzado en medio de este desmoronamiento del país? ¿Dónde queda el rol integral del profesor, según el Reglamento del Personal Docente, que lo compromete con los Valores más allá de la transmisión de conocimientos o métodos?
No era posible prever cuando comenzó mi Año Sabático, que cinco días después moriría Bassil DaCosta. Lamento no haber tenido oferta docente este semestre. Pero estar de sabático no implica aislarse de aquel Reglamento que aquí invoco. Pido a los colegas profesores que perdonen la agresividad que puedan sentir en este escrito y que no se den por aludidos, pues sé que algunos de ustedes han hecho lo que consideran correcto.
Este texto va dedicado a los estudiantes de arquitectura David Acuña, Emilio Fernández y Carlos Borges, cuyos ejercicios de diseño se fueron dentro de las computadoras que les robaron los policías al allanar sus casas. Y a su comprometido profesor Gianni Napolitano, así como a los estudiantes de arquitectura que han sido detenidos, torturados, fichados, vejados. A los que han estado presentes en cualquiera de las múltiples maneras de estarlo.
Esta semana habrá una marcha convocada por la FAPUV y la APUCV en solidaridad con los estudiantes venezolanos en esta hora aciaga. Ojalá podamos hacer ese poquito por ellos. Ojalá que se sientan apoyados por sus profesores y por sus compañeros que están yendo a las aulas: podrán asistir como si fuese una actividad extra-cátedra de todas las asignaturas del pensum: es una actividad por la dignidad universitaria. No hay “normalidad”, el chavismo también la asesinó.
Prof. Juan José Pérez Rancel
Sector Historia y Crítica
EACRV / FAU / UCV
19 de mayo de 2014
jjprancel@gmail.com