«No siempre hacer arquitectura es sinónimo de construir»

Francisco «Patxi» Mangado (Estella. 1957) distribuye las horas de sus intensas jornadas de trabajo entre su estudio de Pamplona, la docencia en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra y centros extranjeros como Yale, Harvard o Cornell, y los programas que impulsa la Fundación Arquitectura y Sociedad, que creó en el año 2008.

Proyectos como el Baluarte (Auditorio y el Palacio de Congresos de Navarra), el estadio de fútbol Nueva Balastera de Palencia, el Museo Arqueológico de Vitoria, la plaza Pey Berland en Burdeos, el pabellón español en la Expo de Zaragoza, el Auditorio de Teulada-Moraira en Alicante, una torre de oficinas en Buenos Aires o el Museo de Bellas Artes de Asturias han sido reconocidos con diversos galardones nacionales e internacionales como los premios Andrea Palladio, Thiene, Cooper, Achitecti o FAD. En los últimos meses, el estudio que dirige uno de los arquitectos españoles más reconocidos en todo el mundo ha ganado los concursos para rehabilitar el hospital termal De Amelies-les-Bains-Palalda (Francia), y para diseñar un parque industrial-cultural en Jishou (China).

En más de una ocasión ha afirmado que cuantos más problemas se presenten en un proyecto mejor, ya que casi siempre se pueden transformar en oportunidades. En esta línea, ¿cuáles cree que son los objetivos más importantes o atractivos que tiene por delante el sector de la construcción?
Los objetivos no son distintos a los que ha tenido siempre la arquitectura: que nuestras ciudades sean mejores; que contribuyan al reequilibrio social; que tengan calidad de vida y de espacios públicos, servicios, y que la arquitectura tenga calidad en sus fundamentos, en su configuración, en su hechura física; que sea ajustada entre medios y fines; que signifique y que sea bella y atractiva; que llegue con calidad a todo el mundo. Todos estos objetivos y muchos más siguen estando vigentes y de manera especial en todos aquellos países que de manera exponencial se están incorporando al crecimiento. En sus objetivos, la arquitectura no ha cambiado tanto como pensamos. Han cambiado los instrumentos, los programas, incluso la manera de objetivar y producir la arquitectura, pero no creo que hayan cambiado los objetivos básicos.

¿Cómo consecuencia de la crisis se está modelando un sector de la construcción más racional, coherente, con señas de identidad sensiblemente diferentes a las que atesoraba hasta hace unos años?
Pues no estoy muy seguro de ello. Es verdad que la crisis nos ha hecho pensar acerca de muchas cosas del pasado, pero eso ya era algo que algunas personas, algunos arquitectos, ya hacían poniendo el acento crítico respecto a determinadas maneras de entender la arquitectura. Actuaban movidos por lo que ellos creían que eran los principios que han de inspirar la arquitectura y la construcción de calidad. No estoy muy seguro de que estas reflexiones ahora, con la crisis, tengan más vigencia. Se habla más de ellas. Muchos oportunistas, con capacidad para mutar su manera de pensar en segundos, se «han convertido». Pero en el fondo con la misma poca convicción con que defendían lo contrario. Ahora está de moda hablar del uso escaso y ajustado de los recursos pero eso ya estaba incorporado en las esencias y la historia de la buena arquitectura y construcción. Ojala la crisis haya contribuido a que la atención sobre los asuntos de la racionalidad, de lo ajustado entre medios y fines, de una belleza más serena y más basada en la lógica de la realidad y lo contextual se imponga. Pero no estoy muy convencido. En todo caso si es verdad que las empresas productoras de bienes y servicios en la construcción parecen más conscientes de todo ello pero… ¿Qué parte es solo estrategia comercial? Me temo que mucha.

¿Hemos aprendido de los errores cometidos?
F.M.- Ojalá, pero como te decía antes tengo mis dudas. Además, ¿a qué errores te refieres? ¿A una arquitectura desmesurada y de grandes costes? Se sigue haciendo y lo peor es que se hace fundamentalmente en países con escasez de recursos cuyos políticos, en su mayoría dictadorzuelos, la siguen promoviendo para mayor gloria personal mientras sus pueblos no tienen viviendas o espacios públicos de calidad. Y cuando volvamos a tener dinero fácil, la gente y la opinión pública se olvidarán y volveremos a las andadas. La historia es muy cíclica. Si la analizamos veremos que ya estos vaivenes se han producido durante los últimos siglos. Y es que no se trata de analizar las cosas en términos cortoplacistas o coyunturales sino más bien en términos ideológicos y estructurales. Creo que las cosas, inevitablemente, mejorarán, pero no tanto por esta crisis sino porque la historia en el largo plazo ha demostrado que sí mejoramos. Y la arquitectura y la industria de la construcción forman parte, en su justa medida, de ese devenir en el tiempo. Pero si pensamos en términos solo de consecuencia de esta crisis, creo que no hemos aprendido demasiado, ojala lo hubiéramos hecho. Y conste que no soy nada pesimista, solo que me gusta no pecar de ingenuo.

Usted desarrolla desde hace años una labor docente tanto en escuelas españolas como en las de otros países, cómo Suiza o Estados Unidos. ¿Cómo valora la formación que reciben estos futuros profesionales tanto dentro como fuera de nuestro país? ¿Existen diferencias significativas entre los modelos formativos español y norteamericano, por ejemplo?
Por supuesto que existen diferencias significativas, no tanto entre escuelas europeas, o no tanto entre las españolas y las suizas para ser más específico, ambas configuradas en base a criterios politécnicos. Pero si hay diferencias importantes entre las españolas y las norteamericanas. En general el arquitecto español, al menos el que procede de algunas escuelas, porque hay escuelas que regalan los títulos, está muy bien formado si lo comparamos con lo que existe en el resto del mundo. Las diferencias fundamentales entre la formación de un arquitecto español y un americano tienen que ver, creo yo, con la importante componente técnica que aún tienen nuestros planes de estudio. Algo que por desgracia está cambiando y que significará el fin de una calidad que hoy nadie discute. Los arquitectos americanos, al menos en Harvard, Yale y Cornell donde he ensañado, desarrollan una componente más especulativa, alejada de la realidad, en una sociedad donde tienen asumido que todo es posible si se tiene la cantidad de dinero suficiente. Nuestros alumnos saben convertir la realidad del contexto y de la propia condición física de la arquitectura en un valor, en un acicate para crear y configurar una gran arquitectura. ¿Qué es mejor? Todo tiene sus argumentos a favor y en contra. Todo es valorable. A mí me gusta combinar la enseñanza en España con escuelas del exterior porque además de que la combinación de ambas resulta muy enriquecedora en términos de calidad docente, puedo transmitir a mis alumnos, estén donde estén, un equilibrio entre ambas posturas que me parece al menos prudente ofreciendo ventanas y posibilidades diversas.

El Salón Beyond Building Barcelona Construmat acomete en esta edición una renovación que pretende plasmarse en un certamen mucho más proactivo, con voluntad de ágora y de punto de encuentro alrededor de cuatro grandes ejes: la rehabilitación, la sostenibilidad, la innovación y el diseño…
Estoy expectante por ver esta edición de Construmat. La idea, a priori, de superar un modelo estático que quizás era lo que más caracterizaba a anteriores ediciones me parece estupenda y tengo curiosidad por saber cómo se plasma.

¿Qué relevancia les concede a estos cuatro puntos de apoyo. En el caso de la innovación, por ejemplo, los materiales inteligentes, la impresión en 3D, la tecnología BIM… parece que se están abriendo paso con fuerza. ¿Cuál puede ser el impacto de estos nuevos procesos?
No estoy muy convencido de que influyan demasiado en los fundamentos de la arquitectura, que tienen que ver con presupuestos ideológicos, con el contexto, con la cultura… Indudablemente configuran un contexto productivo, administrativo también, que influye más en los procesos. Pero no en los fundamentos, mal que les pese a algunos. La arquitectura tiene un argumentario y una historia, unos contenidos que le hacen afortunadamente depender más de las reflexiones que de los medios. Aunque éstos, claro, son importantes.

En el ámbito del diseño, ¿la organización o respuesta de los espacios interiores de las viviendas, las oficinas o lugares de trabajo, los comercios o los equipamientos públicos está siendo la adecuada a la sociedad actual? Dicho de otra manera, ¿se está respondiendo adecuadamente a nuevas tipologías de familias, de organización del trabajo, de compra…?
Desafortunadamente vivimos unos tiempos en donde, aunque parece paradójico dadas las grandes necesidades que rodean a algunos países o dado el clamor respecto a algunas operaciones innecesarias, se sigue haciendo una arquitectura más preocupada por la apariencia, por la epidermis, o por como aparecen las cosas antes que como son. En este como son, la preocupación por el espacio interior es fundamental. En todas las evoluciones de la arquitectura el espacio interior, su concepción espacial y su materialización, ha sido fundamental, ha sido sujeto de pensamiento. No ocurre lo mismo ahora. O se tiene una visión puramente decorativa, no espacial, o incluso no importa. Fíjate que ya pocos arquitectos trabajan con la sección de los edificios. En las publicaciones rara vez se ven y sin embargo la mayoría de las imágenes publicadas tienen que ver con la apariencia exterior, y ésta en su dimensión bidimensional.

Creo francamente que se está produciendo un empobrecimiento del espacio interior como sujeto de investigación y propuestas serias. Naturalmente hay fantásticas excepciones. Pero no estoy seguro de que sea una preocupación global. Y ¿cómo es posible hacer buena arquitectura si no se es consciente de la oportunidad que significa tomar decisiones activas respecto al mismo? No se puede contemplar en su integridad un proyecto sin considerarlo. Quizás esto sea también consecuencia de una visión fragmentada de la arquitectura que en buena medida viene condicionada por los medios de producción y representación de los dibujos que conducen, mal utilizados, a esta visión fragmentada.

¿La rehabilitación debe ser el pilar del futuro de la construcción, de la arquitectura?
F.M.- No diría tanto. Pero qué duda cabe que la preocupación por el reciclaje de los recursos arquitectónicos que tenemos es esencial. Lo es en términos cualitativos y cuantitativos. Y cuando hablo de rehabilitación no me refiero solo a los cascos históricos sino a todo aquello que ha sido construido también en los últimos años y que puede ser reutilizado. Pensemos por ejemplo en las costas. ¿Hace falta hacer más hoteles o readaptar, incluso derribar algunos de los que se han hecho, mejorando de paso su calidad arquitectónica, funcional y medioambiental. Readaptar o eliminar también es hacer arquitectura. No siempre hacer arquitectura es sinónimo de construir.

Al final, los cuatro ejes están estrechamente ligados, pero seguramente en el caso de sostenibilidad y rehabilitación la relación es especialmente significativa. ¿Se están afrontando las acciones en estos dos campos de forma correcta? ¿Cuál es su experiencia en este sentido?
Personalmente no tengo experiencia en este campo, pero qué duda cabe que reutilizar, transformar o limpiar es una de las maneras más serias de afrontar el concepto de sostenibilidad, concepto hoy tan en ocasiones vacío y manipulado.

En el año 2008 impulsó la creación de la Fundación Arquitectura y Sociedad. ¿Qué balance hace de los proyectos e iniciativas desarrollados hasta ahora y cuáles son las líneas de futuro para la misma?
El balance no puede ser más positivo, pero no creo que deba ser yo quien lo realice. Una fundación, y esto lo ha descubierto andando, no es sinónimo de inmediatez. Los ideales originales han de complementarse con un contraste. Ello requiere un devenir, un tiempo, un proceso de prueba y error. Por ahora todos los programas se han consolidado en su evolución. En los próximos años estamos muy interesados en intensificar el peso del término «Sociedad» en los programas. Por ejemplo este año se inicia otro programa, también con carácter bianual, dirigido en este caso por sociólogos y economistas. Esta edición se va a centrar en la «ciudad y la tercera edad». El papel de los arquitectos en este caso va a ser más que presentar, recoger ideas para el desarrollo de preguntas. Un papel activo pero, desde la audiencia.

Sus proyectos profesionales, la actividad docente o las conferencias le han permitido aproximarse a la realidad de la construcción y la arquitectura en culturas tan diferentes como la china, la india o la norteamericana. ¿Existen diferencias sensibles? ¿Con qué se queda y qué desestima de cada una de ellas?
Claro que existen diferencias. Hablamos de contextos y diferencias esenciales. Precisamente uno de los grandes problemas de nuestra arquitectura es la «distribución» de modelos arquitectónicos idénticos a cada sitio independientemente de lo específico. Se trata de una arquitectura «corporativa» y «profesionalista» que triunfa en el mercado pero que es de una enorme banalidad. Es mala. La alternativa es la arquitectura «de figura». En ocasiones tan repugnante como la primera. ¿Dónde queda la buena arquitectura, la de servicio hecha con inteligencia y sensibilidad? ¿Dónde queda la belleza con contenidos? Me quedo con todos aquellos jóvenes arquitectos que he visto en los diferentes países y que desde su modestia, con pocos medios, en ocasiones aislados, se sublevan contra este modelo lamentable. Con ellos, con sus ideales y su fuerza. Con eso me quedo.

Del urbanismo depende la configuración de nuestras ciudades en múltiples sentidos. ¿Por dónde pueden ir las tendencias de futuro en este campo?
¡Vaya pregunta! Sinceramente no lo sé. Solo pido más inteligencia para definir los problemas, y más sensibilidad y honestidad para resolverlos.

Fuente:
http://www.construmat.com/es/news/-/noticias/detalle/4887695/noticia_entrevista_manglado