70 años de la inauguración de la Reurbanización El Silencio

Autor: Juan José Pérez Rancel – UCV, especial para la revista entre rayas.

1. Caracas y El Silencio en pos de la modernidad
Aquella fue la mayor intervención urbanística integral y acabada que hubo entonces en el centro de una ciudad de América Latina. Otros procesos similares habían sucedido en otras capitales en la década anterior, pero ninguno en áreas centrales de los centros históricos. Como tampoco alguno de ellos había sido una operación integral, de transformación física y renovación urbana como la que febrilmente se generó entre 1942 y 1945 en el barrio caraqueño de El Silencio. Ninguna otra ciudad hubo entonces ni después en Iberoamérica que borrase tajantemente de la cartografía la degradación urbana, arquitectónica y social, como la masiva y eficientemente planificada demolición de aquel barrio insalubre, para sustituirlo además por edificios de apartamentos. De su originaria arquitectura colonial y decimonónica, casi todo lo que quedaba eran harapos, retazos y mugrientas ruinas de adobe en pie y sus habitantes, la mayoría en lamentable degradación social, apenas comenzaban a esperar los beneficios económicos y culturales de la recién nacida bonanza petrolera, hasta ahora.

La afrenta que significaba el barrio para la sociedad venezolana, crecido al borde de los accesos a la capital desde Occidente y desde el principal puerto venezolano, debía ser encarada drásticamente, para continuar mostrando al mundo la recién despierta voluntad nacional de avanzar hacia la pregonada modernidad. Así lo anunciaba el Plan Regulador de 1938-1939, el cual fue, entre otras cosas, uno más de los recién formulados por la urbanística en las grandes ciudades latinoamericanas. Éstos brotaban uno tras otro en América Latina, sobre todo en la década de 1930, estimulados por la Conferencia de Planeamiento Urbano y Regional celebrada en 1925 en Nueva York, o reimpulsados por el Congreso de Urbanismo celebrado en Buenos Aires en 1935, uno de cuyos temas centrales fue precisamente “El Plan Regulador”. El de Buenos Aires de 1923-1924, atacado por todos sus flancos por demasiado conservador y academicista; el de Montevideo en 1930-1932, bajo la influencia parcial de los simultáneos Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna-CIAM; en 1933, uno de los de Ciudad de México; entre 1927 y 1936 las intensas discusiones sobre el futuro urbanístico de Río de Janeiro; el de Quito entre 1941 y 1942, etc.

Desde las primeras décadas del siglo, era evidente en América Latina el incremento del interés por los problemas urbanos y por la disciplina urbanística, impulsados por las expansiones y modificaciones en curso en las ciudades latinoamericanas, especialmente en las capitales. Barcelona, Viena y París decimonónicos, eran todavía ejemplos a seguir, a pesar de la gradual llegada de los modelos estadounidenses y de la progresiva influencia, a partir de los años ’20, de los postulados urbanísticos de Le Corbusier. La necesidad de los ensanches y de las ampliaciones de calles y avenidas; las nuevas largas avenidas; los bulevares, serpenteantes o rectilíneos artefactos que eran garantía de actualidad urbana; las conexiones intra e interurbanas, la congestión del tráfico y las estaciones de ferrocarril que se incorporaban al tejido, eran temas y ejemplos para los ingenieros y arquitectos, para los urbanizadores y agentes inmobiliarios, para los funcionarios y las autoridades públicas, para los colegios profesionales y las facultades de arquitectura y de ingeniería. Esos temas encajaban en las aspiraciones de modernización, justificadas además por la creciente y “sorpresiva” tugurización de los centros y por la expansión de las retículas y de los sectores urbanizables, desde finales del siglo anterior, en todas las capitales iberoamericanas. Y a esos temas sucederá en Venezuela el Urbanismo y la Planificación, como disciplinas que se institucionalizan en Venezuela a partir de la instauración de la Comisión Nacional de Urbanismo, el 10 de agosto de 1946, un año después de finalizada la construcción del nuevo Silencio.

Pero la urbanística de El Silencio terminaría siendo la primera en sustituir las áreas degradadas, no sólo atendiendo a los Ejes reguladores, sino también (y hasta cierto punto) a la cuadrícula heredada; y además con viviendas de tipo inédito, comercios y servicios. Hasta entonces ningún plan urbano latinoamericano previó viviendas en los Centros, todos pretendían retomarlos para funciones representativas y administrativas. El ejemplo de las intervenciones céntricas parisinas del 800, se repetía en algunos de los recién formulados planes latinoamericanos, caracterizados además por anchas y rectilíneas avenidas y por el academicismo urbanístico, tanto en los de Buenos Aires y La Habana como en el que estaban trazando desde 1938 Maurice Rotival y Jacques Lambert para Caracas. El crecimiento periférico a través de nuevas urbanizaciones residenciales, era en cambio la tendencia novecentista dominante en Ciudad de México, Santiago y Bogotá, siguiendo los modelos de los barrios de Ámsterdam, Viena y las ciudades alemanas del entreguerras o la lógica implacable de la especulación inmobiliaria.

La circunstancia histórica que combinó el avance aliado en la guerra y la aún vigente política estadounidense del Nuevo Trato, con el populismo postgomecista, favoreció la predisposición que ya circulaba entre algunos factores del poder, a destinar aquellos céntricos terrenos a vivienda masiva. Ello a su vez propició una operación política del Ejecutivo medinista que, variando el Plan Regulador con ese fin, perseguía a la vez sumar simpatizantes al Gobierno, alejándolos de las influencias revolucionarias que crecían con los vientos del Este y en el seno del Concejo Municipal capitalino. Ello explica en parte la centralización en el organismo dependiente del Poder Ejecutivo, el Banco Obrero, del proyecto de renovación urbana, inicialmente impulsado con el Plan Regulador por la Gobernación del Distrito Federal. Igualmente se explica así el cambio de uso como residencial para los terrenos, que habían sido previstos por el equipo de M. Rotival y la Dirección de Urbanismo de la Gobernación del Distrito Federal, para “suntuosos” e impopulares edificios gubernativos y representativos.

Es probable que las negociaciones en Washington en pos del financiamiento, fueran decisivas para el justificado cambio de los usos asignados por el Plan al centro urbano de una ciudad cuyo gobierno apoyaba con petróleo seguro a los Aliados: el Presidente del Banco Obrero, Diego Nucete Sardi, debió argumentar ante el Export-Import Bank of Washington en octubre de 1941, lo políticamente favorable de la construcción masiva de viviendas y la generación de cientos de empleos, en medio de una Guerra Mundial. El préstamo en condiciones preferenciales de seis millones de dólares (20.100.000 Bs, al cambio de 3,35 Bs/$) para comenzar las demoliciones, adquirir los materiales y realizar las obras fue concedido, luego de que durante ese año habían ya avanzado los estudios sanitarios y socioeconómicos y parte de los avalúos para las expropiaciones. El convenio fue firmado el 30/10/1941, a pesar de las restricciones que aún resonaban en Estados Unidos por la “Gran Depresión” de los recientes años ‘30 y a pesar de las dificultades propias de la guerra en curso.

También fue orquestado exitosa y ejemplarmente, entre el gobierno, organismos sanitarios y de seguridad venezolanos y medios de difusión, el convencimiento a la población de que la demolición de las “casuchas” beneficiaría al -siempre genérico- “pueblo”. El deterioro del barrio se hizo patente en la opinión pública, a través de una avalancha propagandística nunca vista en Venezuela, que sincronizadamente utilizó los argumentos ya bicentenarios de la higiene física y social para validar las intervenciones urbanas. Haussmann los había utilizado eficientemente en París, pocos años antes (1853-1870), para justificar los desventramientos en esa ciudad.

Anteproyecto-Guinand-El-Silencio

Propuesta del Arq. Carlos Guinand Sandoz. Tomada del libro «Rotival, la Caracas que no fue» (autores varios).

Los futuros usuarios también variaron: al Concurso de arquitectura organizado por el Banco Obrero, se presentaron en marzo de 1942 sendas propuestas de C. R. Villanueva y Carlos Guinand Sandoz, quienes habían sido invitados a ello por el mismo BO; Guinand propuso ocho bloques con apartamentos para ser alquilados por “las clases obreras” y tres para los sectores de “la clase media”, con locales comerciales en las plantas bajas, mientras que Villanueva planteó siete bloques, con apartamentos sólo para clase media y aceras peatonales, jardines entre los bloques e implantación en el perímetro de las manzanas. Sectores del “pueblo”, pero de la “clase media” de entonces, serían los privilegiados adjudicatarios para alquilar aquellas novedosas “viviendas en altura” que deslumbraron a los caraqueños. La posibilidad de que los departamentos fuesen adquiridos, se descartó desde el principio, argumentando la baja capacidad financiera de los usuarios, no obstante pertenecer a sectores económicos “medios”. El modelo multifamiliar así sembrado en el corazón de la ciudad, sería adoptado por el Banco Obrero para sucesivos conjuntos en Caracas y el interior; y también por la naciente urbanización de San Bernardino, prevista en el Plan del ’39 y trazada por el mismo Rotival (J. J. Martín F.: 358), junto con un amplio mostrario de la tipología residencial. En esta urbanización, acababa de levantarse en 1942 (e inaugurado por el Presidente Medina), el Hotel Avila, de ¡tres! pisos, y una discreta arquitectura moderna combinada con detalles, elementos y materiales ligados al eclecticismo neohispanista, no obstante ser proyectado por el Arq. rockefelleriano Wallace Harrison, uno de los felices diseñadores del Rockefeller Center.

Antes y durante estos mismos años, el hinterland caraqueño se volvía urbe, con viviendas unifamiliares aisladas o pareadas sobre parcelas individuales ofrecidas por promotores y urbanizadores privados a los diversos niveles de los sectores medios, en El Paraíso, Los Chorros, Las Delicias, Los Caobos, La Florida, Campo Alegre o en Los Jardines, El Prado, Nueva Caracas, San Agustín del Norte, El Conde, etc. El organismo estatal de viviendas, Banco Obrero, también había comenzado a ocupar los terrenos adquiridos desde su reformas de 1936 en las afueras e intersticios de la capital, ejemplos de lo cual son los conjuntos de Bella Vista (1936) y Pro Patria (1939 y siguientes). Pero a partir de 1942 el Banco Obrero dedicó principalmente a la Reurbanización El Silencio casi todo su aparato técnico y administrativo.

El fin de la Guerra coincidió con el estreno del nuevo Silencio y el modelo de “casas de apartamientos” aumentó también a partir de esos años la densidad de parroquias y poblados, céntricos o periféricos, como San Juan, Altagracia, Santa Rosalía, La Candelaria, Sabana Grande, Chacao, etc., construidos por operarios nacionales fogueados en las obras del Ministerio de Obras Públicas, junto con la experiencia de numerosos constructores desplazados por la guerra hacia nuestro país, especialmente favorecidos por las leyes de inmigración promulgadas entre el lopecismo y el medinismo.

 

2. Los Anteproyectos y el Proyecto para El (nuevo) Silencio
A aquel Concurso organizado por el Banco Obrero concurrieron el 23 de marzo de 1942 los dos arquitectos pre-seleccionados: Carlos Raúl Villanueva y Carlos Guinand Sandoz. El Ejecutivo nacional designó al mismo tiempo una numerosa comisión de evaluadores e interesados, entre quienes se encontraban ministros, funcionarios del ejecutivo nacional y regional y municipales, empresarios urbanizadores, representantes de los servicios públicos e ingenieros, quienes recomendaron que Guinand y Villanueva realizaran en conjunto una alternativa unificada con los aspectos positivos de ambas propuestas, entre las cuales estaba su flexible apego a las directrices del Plan de Urbanismo, que era la base del Concurso en sus aspectos de vialidad. Ambos arquitectos modificaron sus anteproyectos, pero cada uno por su lado, transformándolos según las indicaciones de aquella comisión y el 26 de marzo presentaron de nuevo sus opciones ante la Comisión, la cual dictaminó que fuese realizado un tercer anteproyecto unificado, que debería recoger las nuevas y definitivas recomendaciones de la Comisión y de una Sub Comisión nombrada para hacer seguimiento al trabajo de los dos arquitectos.

El dictamen de la Comisión evaluadora y su Sub Comisión, fue leído por el vocero de ésta, el Dr. Edgar Pardo Stolk y recomendaba tanto aspectos generales como de diseño arquitectónico. Las directrices para el conjunto eran, en síntesis: adaptar la implantación de los bloques de vivienda al Plan de Urbanismo, siguiendo la propuesta de Guinand en la que la Avenida Bolívar comienza desde un espacio central generado por bloques residenciales; 1.000 apartamentos y locales comerciales, distribuidos en bloques con la misma altura que ofrecían en las primeras propuestas; distribuir los apartamentos en 20% de dos dormitorios, 50% de tres y 30% de cuatro dormitorios; patios interiores con acceso restringido sólo para los peatones; no prever espacios para estacionamiento de vehículos. Las recomendaciones relativas al diseño de arquitectura, eran principalmente: ventilación directa en todos los espacios de los apartamentos; unificar en éstos los espacios para cocina, lavadero y faenas; unificar en vertical los locales para sanitarios; instalación de mecanismos verticales para los desechos sólidos; no ubicar los secaderos de ropa en las azoteas, sino independientes en cada apartamento; prever escaleras de emergencia en los bloques y no prever closets en los apartamentos.

Con esta carpeta de requisitos, ambos arquitectos prepararon sus dos nuevas alternativas, las cuales presentaron el 26 de mayo ante la Comisión, en las oficinas del Banco Obrero, situadas entonces en el N° 67 de Santa Teresa a Cipreses, frente al templo de Santa Teresa. A los dos días, la Comisión y su Sub Comisión dictaminaron que el diseño de Villanueva era el ganador, no sin antes reconocer los valores de la propuesta de Guinand: “…gracias a las sólidas cualidades logradas por él, desde la primera etapa del Concurso, su trabajo sirvió de base utilísima para llegar al resultado logrado.” (R. De Sola: 78)

Desde la primera propuesta de Villanueva, en marzo, él preveía la elevación de los bloques sobre columnas y corredores perimetrales, tal como puede deducirse de la esquemática perspectiva presentada (R. Lovera: 77). La segunda opción, en mayo, continuó con ese criterio, definiendo el espacio central como final proporcionado a la llegada de la avenida y otorgando al Bloque 1 un carácter dominante frente a ésta y la plaza (R. Lovera: 79). También esa segunda opción definía las siluetas urbanas de los 7 bloques en su misma futura implantación, tal como continuarían desarrollándose en la etapa de proyecto. Y adicionalmente mostraba ya unas hipotéticas arcadas en la planta baja del Bloque 1 y en el lado Norte del Bloque 2, aunque no todavía en los demás bloques, cuyo diseño arquitectónico estaba todavía por alcanzarse. Las dos plazas quedaban también insinuadas esquemáticamente en sus formas y decididas en su ubicación, esperando su diseño definitivo.

La Memoria Descriptiva que Villanueva presenta ese 26 de mayo acompañando las propuestas, destaca especialmente la voluntad de formas que estaba tras las decisiones del proyecto, a punto de comenzar a trazarse: “De acuerdo al clima y costumbres de Caracas, se ha adoptado el estilo llamado Colonial, de portadas, rejas, molduras pesadas, arcos…” (En R. Lovera: 80). Esa voluntad es recogida en la maqueta de estudio presentada, en la que todos los bloques se levantan sobre corredores perimetrales con arcadas de medio punto (Cfr. R. Lovera: 82), al igual que en el estudio de fachadas propuesto para el Bloque 2, en el que aparece ya decidido el criterio de las arcadas de medio punto intercaladas por “portadas” y “molduras pesadas” (R. Lovera: 79).

 

3. Contexto y Antecedentes de las portadas de El Silencio
«…el estilo hispanoamericano debe constituir el
ideal nacionalista de la arquitectura moderna
en las naciones de habla española»

Vicente Lampérez y Romea
Arquitecto español, restaurador,
historiador y crítico de arte, en
Revista Raza Española, Madrid, 1922

La decisión de incorporar arcadas, portales y pórticos de lenguaje hispanista bajo los austeros y desprovistos bloques de El Silencio, se enmarca en el ambiente arquitectónico proclive a esa tendencia formalista, que permeaba a las ciudades latinoamericanas desde las conmemoraciones de los Centenarios de la Independencia, treinta o veinte años antes. Desde Puerto Rico y La Habana, hasta Buenos Aires y Santiago, pasando por Florida y California, la búsqueda de originalidad nacionalista para la modernización arquitectónica, había hecho surgir variantes del eclecticismo hispano-colonial en todo el mundo americano. El Primer Congreso Panamericano de Arquitectos (Montevideo, 1920), sugirió que las escuelas de arquitectura americanas debían enseñar la historia de la arquitectura y el arte con énfasis en cada uno de sus países. El Segundo Congreso (Santiago, 1924) estimuló el estudio de los materiales y sistemas constructivos americanos, argumentando su importancia para las arquitecturas nacionales. La Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, reflejó esas corrientes, reuniendo en sus pabellones nacionales y regionales el clímax del Americanismo e Hispanismo arquitectónico que se disputaba la primacía en los perfiles urbanos iberoamericanos con la modernidad arquitectónica surgente. El pabellón venezolano en la Exposición de París del 1937, diseñado por Luis Malaussena y Villanueva, mantendría esa tendencia ecléctica hispanista, en medio del neoacademicismo dominante en la exposición y la modernización expresada en los nacionalismos.

El año 1939, los portales y arcadas coloniales que rodeaban la Plaza de Armas de Lima, habían sido derribados para la remodelación del Centro, cuyos edificios, incluido el Teatro Colón, recibirían adosados portales “modernos”. También el arquitecto filohispanista argentino Ángel Guido, propuso y logró en 1938 que en Tucumán se hicieran recovas para los nuevos locales comerciales centrales y en Salta transformó en californianos (Mission Style) los edificios de la plaza, además de redactar unas ordenanzas “neocoloniales” para las nuevas obras que resultaran luego de derribar la arquitectura colonial original (R. Gutiérrez: 665).

El 30 de agosto de 1938, recién llegado a Venezuela expulsado por el golpe militar y la guerra española, el Arquitecto Rafael Bergamín se dirigió al Gobernador del Distrito Federal, quien acababa de decretar la organización de la Dirección de Urbanismo de esa Gobernación. En su carta, Bergamín asomaba algunos de los criterios para alcanzar una “gran ciudad moderna” (tal como aspiraba el decreto de creación de la Dirección de Urbanismo), los cuales ya venían siendo tomados en cuenta por los ingenieros y arquitectos venezolanos y los asesores invitados (“Consejeros Técnicos Urbanistas”) Rotival y Lambert para el ensanche y transformación de aquella capital. Entre esos criterios, Bergamín mencionó la arborización intensiva y abundante del centro urbano y la protección a los transeúntes de las inclemencias del tiempo, mediante la reutilización de los aleros coloniales. Un mes después en el mismo año 38, Bergamín insistió en el tema, proponiendo –en vez de nuevos aleros- que la Gran Avenida Central prevista en los estudios de la Dirección de Urbanismo y de Rotival “debería estar limitada por una línea continua de soportales o arquerías a la antigua usanza española y semejante a las calles de la Paz y Rívoli, de París, y tantas otras de otras bellas ciudades europeas. Ya hablé de estas arcadas, y nada más lógico que ellas en las calles E.O. (Este-Oeste. N.d.R.) en un clima como el de Caracas. El comercio apreciaría en el acto sus ventajas, pues la vida no se interrumpiría en el momento de los aguaceros.” (R. Bergamín: 22-23. Subry.d.R.)

Años más tarde, en noviembre de 1942, mientras Villanueva, tal como en agosto le había comisionado la Dirección de Urbanismo de la Gobernación DF, terminaba de integrar las ideas de Guinand Sandoz y del “jurado” del Concurso en su propia propuesta para El Silencio, Rafael Bergamín dictó una conferencia en el Colegio de Ingenieros, acerca de cómo debía adaptarse el Plan Regulador promulgado en 1939 y la Ordenanza municipal consiguiente, con una reparcelación de las manzanas. Su exposición estaba ilustrada con sendas maquetas de las dos opciones: la primera reproducía el esquema parcelario tradicional, aumentando los retiros de frente, unificando algunas parcelas, manteniendo los pequeños patiecitos individuales y en fin, conservando la propiedad privada de cada parcelamiento (Cfr. Ilustraciones). La segunda opción, suscrita por Bergamín, era drástica: demolición total de las construcciones existentes y reparcelación de la manzana según volúmenes de bloques bajos, separados a distancias convenientes, generando entre los bloques espacios peatonales, de parques, de estacionamiento y de carga para comercios. Era su propuesta de “patios mancomunados”, que proporcionarían “¡ÁRBOLES EN EL CENTRO DE LA CIUDAD! (…) La calle o espacio central sería únicamente para peatones, con jardín central para los niños (…) Parece un milagro, pero así es. En los espacios interiores, las viviendas (apartamentos. N.d.R.) quedan separadas 27 o 28 metros, mucho más que en ninguna urbanización del exterior de la ciudad.” (R. Bergamín: 53). Las maquetas ilustraban claramente su concepción acerca de lo que verdaderamente debía ser re-urbanizar: demolición drástica de las preexistencias, acondicionamiento de los terrenos y la topografía a las nuevas construcciones, unificación de áreas comunes y de servicios, reordenamiento espacial integral. Exactamente lo que estaba comenzando a materializarse en el barrio El Silencio.

No contento con aquel atrevimiento, Bergamín planteó en esa conferencia que “Además de todo propone el uso tan lógico y tan tropical del españolísimo portal o soportal (…), que gana acera cubierta para el peatón, permitiéndole circular libremente lo mismo a las horas del sol ardiente que en los momentos de los aguaceros, en beneficio del ciudadano y del comercio…”. Lógicos y tropicales, los “españolísimos portales” de la maqueta de Bergamín, levantaban los bloques, y enmarcaban el contorno de la manzana, intercalados con accesos a los espacios entre bloques, cuyas arcadas “maqueteó” el conferencista como portadas con medias columnas salomónicas a los lados de arcos carpaneles, rematadas con frontis neobarrocos.

Pero tal vez no debamos hablar solamente de coincidencias conceptuales. En mayo de 1946, un año después de inaugurada la Reurbanización, Bergamín recordó en carta al Gobernador del D.F., que debía completarse la arborización de la nueva urbanización, tal como lo establecía la Ordenanza Municipal (derivada del Plan aprobado en 1939), recordando que esa misma Ordenanza prescribía a las nuevas edificaciones céntricas “los Portales o Soportales, en cuya paternidad también tuve parte… (R. Bergamín: 57). Esta declaración de Bergamín vendría a confirmar que su conferencia con maquetas de noviembre 1942 en el Colegio de Ingenieros, podría haber sido presenciada por el Villanueva que desde agosto de ese mismo año estaba en proceso de integrar las diversas ideas surgidas para la remodelación de El Silencio. Incluso desde antes, pues por Bergamín también confirmamos que la Ordenanza Municipal prescribía los soportales “coloniales” y esa Ordenanza, derivada del Plan Regulador del 39, había sido asesorada entre otros, por Villanueva, como miembro de la Dirección de Urbanismo fundada por la Gobernación. Además, ya desde la primera etapa del Concurso, en marzo de 1942, Villanueva había asomado en perspectiva los portales para las plantas bajas de los Bloques 1 y 2, criterio que repite en el anteproyecto de mayo, tal como muestran sendas perspectivas de marzo y de ese mismo mes de mayo.

Aquellos soportales y su lenguaje estilístico, fueron una concesión neohispanista plasmada por el mismo inmigrante español que en 1937 había colaborado con los arquitectos del Pabellón racionalista de la República española en la exposición de París, pabellón admirado por un Villanueva que lo visitaba repetidamente en los ratos que le permitían sus estudios de “postgrado” de Urbanismo, ese mismo año y en aquella ciudad, pasando el mayor tiempo posible lejos del propio pabellón neohispanista venezolano. Ambos arquitectos, por demás, mantenían amistad e intercambio profesional, al punto de fundar el 4 de julio de 1945, junto con otros cinco arquitectos, la Sociedad Venezolana de Arquitectos, un mes antes de que se diese por finalizada la construcción del nuevo Silencio.

Bergamin-Conf-CIV-1942

Maqueta presentada por el Arq. Rafael Bergamín. Tomada del libro «20 años en Caracas. 1938-1958″, de Rafael Bergamín.

Las maquetas de Bergamín fueron presentadas en su conferencia en el Colegio de Ingenieros de noviembre del ’42, aunque ellas recogían conceptos y criterios de diseño formulados por él desde su arribo a Caracas en 1938. Es posible que las “arcadas o soportales a la usanza española” reapareciesen cada vez que Bergamín intervenía en las reuniones públicas que se hacían desde la formulación del Plan Regulador (1939) hasta la asignación o convocatoria al Concurso (enero 1942) e inclusive hasta el comienzo de las construcciones, entre el 4 de enero de 1943 (Bloque 7) y febrero de 1944 (Bloque 1). Reuniones frecuentes en la sede del Banco Obrero, en el Colegio de Ingenieros, en los Ministerios de Fomento y de Obras Públicas, en la Gobernación y el Concejo Municipal del Distrito Federal o en tantos foros de profesionales y académicos como brotaban después del gomecismo. Las revistas y periódicos reseñaban cuanto tenía que ver con El Silencio, por lo que no sería difícil hacer este seguimiento en prensa, del debate en la opinión profesional y pública sobre la Reurbanización, en todas sus facetas. Especialmente entre enero de 1941, cuando comienzan los levantamientos topográficos, evaluaciones socioeconómicas y avalúos de inmuebles) y la presentación del Anteproyecto ganador, en mayo de 1942.

Puede que no sea aventurado repensar, a 70 años de construida la reurbanización El Silencio, sobre el cúmulo de afinidades entre Bergamín y Villanueva y por lo tanto entre sus ideas y concepciones acerca de las propuestas adecuadas para la reordenación de esa zona céntrica de Caracas. Al fin y al cabo, ambos conocían los planteamientos de Le Corbusier para las ciudades modernas, en los que indicaba el modo de remodelarlas, mediante edificios integrados en altura, elevados sobre sus apoyos para permitir la transparencia espacial y visual y la fluidez bajo ellos de las áreas verdes y peatonales, separadas de la circulación vehicular.

¿Qué hacía Villanueva para el Proyecto de la Reurbanización, entre mayo (mes del segundo anteproyecto) y noviembre de 1942, mes de la conferencia de Bergamín en el Colegio de Ingenieros? Pues es probable que se dedicase principalmente al Proyecto del Bloque 7, el cual se comenzaría a construir el 4 de enero de 1943, antes que el resto de la Reurbanización. Desde el 25 de julio de 1942, comenzaron las demoliciones en el área escogida (Lovera: 55) y fue recién el 14 de agosto del mismo año que el Concejo Municipal aprobó el anteproyecto ganador de mayo (Lovera: 117), es decir, todavía no existía un proyecto urbanístico detallado para el conjunto, casi un año después de haber firmado el Convenio de financiamiento con el E-I-Bank.

Y ¿qué hacía el arquitecto mientras se construía el Bloque 7? Pues, aparte de detallar el Proyecto urbanístico y trabajar con los ingenieros en los proyectos de infraestructuras y vialidad, probablemente se concentró en los proyectos definitivos para el Bloque 1, principal de la segunda etapa y para los bloques 2, 3 y 4. Ocho meses después de iniciado el Bloque 7 (agosto de 1943), aún no se habían concluido los proyectos definitivos para toda la Reurbanización, tal como lo declaró a la prensa el 27 de ese mes el Ingeniero Edgar Pardo Stolk, miembro de la Sub Comisión evaluadora del segundo anteproyecto (Lovera: 101).

La construcción del Bloque 1 comenzó en febrero de 1944 y el 5 de julio de ese año finalizó la del Bloque 7, con un acto especial de inauguración, para el cual Villanueva hizo realizar a uno de los dibujantes de la Sala Técnica de El Silencio, el joven estudiante de la Facultad de Ingeniería Tomás J. Sanabria Escobar, una perspectiva actualizada de la Reurbanización. En ese dibujo, que tenía tres metros de largo y se le obsequió al Presidente del Banco Obrero, Diego Nucete Sardi (Lovera: 212) durante el Acto, se podían observar detalladas las arcadas en los siete bloques y la ubicación definitiva de sus pórticos, además de mostrar la adaptación de los edificios a la topografía, con el escalonamiento de los cuerpos por las pendientes de las calles y un mayor nivel de detalle en el diseño de las plazas (todavía llamadas Urdaneta y Bermúdez), aún sin las toninas de Narváez. Es probable que para ese mes de julio, ya estuviese finalizado el Proyecto definitivo del conjunto de la Reurbanización El Silencio. Con la perspectiva se hicieron las tarjetas de invitación a la inauguración del Bloque 7. El Bloque 1, fue inaugurado el 26 de agosto de 1945, junto con los Bloques 2, 3 y 4 y la plaza Urdaneta, que luego sería denominada O’Leary. Se considera esa la fecha oficial en que finaliza la construcción de la Reurbanización, aunque los bloques 5 y 6 estaban aún en construcción.

El original de aquella perspectiva de Sanabria-Villanueva, fue destruido dos meses después de finalizada la Reurbanización, cuando la casa del Dr. Nucete Sardi fue invadida por militares y hordas fanatizadas durante el golpe de Estado del 18 de octubre contra el Presidente Medina Angarita. Toda una alegoría que anunciaba el resto del siglo XX. Y también del XXI.

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26 agosto 1945, inauguración de Reurbanización El Silencio.
Col. Hermann Sifontes – Fundación Fotografía Urbana
Descargado de Prodavinci 18 oct.2014.

 

4. La Reurbanización El Silencio: nuevo polo cultural y político de la capital venezolana
En la Memoria Descriptiva presentada por Villanueva en mayo ‘42 con el anteproyecto modificado, él define los tres tipos de espacios abiertos en el conjunto: “1°, los propios a cada bloque serán destinados a parques infantiles, lejos de todo tráfico y del ruido de la calle; 2°, el espacio libre al oeste del Bloque 1 será centro de deportes para adultos, dejando un pequeño espacio para los niños de ese bloque, y 3°, la actual Plaza Miranda (en la perspectiva todavía se le denominaba Bermúdez. N.d.R.), adyacente al Bloque 7, así como los espacios libres de la plaza principal y de la Avenida Bolívar, serán sitios de reunión” (Subry. d. R.).

¿En qué reuniones estaba pensando Villanueva? ¿Habrá imaginado las muchedumbres agitadas procedentes de toda la ciudad y concentrándose en su plaza principal? Pues eso es lo que pasó. Esos “sitios de reunión” se volvieron el destino principal de marchas espontáneas u organizadas durante el resto del siglo. Las celebraciones venezolanas del 1° de Mayo terminaban en las tarimas montadas delante del Bloque 1, al igual que las marchas universitarias o de liceístas, hasta los desfiles de carrozas en los Carnavales. El poder de convocatoria de “la Plaza del Silencio”, superó cualquier intención o premonición que Villanueva hubiese tenido sobre el destino de esa plaza para la vida social y política de los caraqueños.

Técnicamente, correspondía a un espacio de la urbanización y sus residentes, compartida con los usuarios y transeúntes de la urbanización y con la ciudad. Un espacio generoso, señalado por los volúmenes de los Bloques aunque cruzado por las vías de la “Y” vial, abierto hacia el Naciente a través de la Avenida Central (Bolívar). Un espacio “de usos múltiples”, privado y público, abierto y cerrado, delimitado pero abierto a la vida y al tráfico de todas las Caracas que vendrían.

Frente a él, custodiándolo, observándolo y definiéndolo, el Bloque 1 se alzaba en sus siete pisos centrales, como el objeto de todas las miradas que giraban buscando arriba la salida a aquel ancho y abierto espacio. La “masa” del Bloque 1, había sido arbitrariamente decidida así por Villanueva, levantada como un frontis transparente de tres ventanas a doble altura, que descendía escalonado hacia los lados de seis y cuatro pisos, como episodio terminal del largo eje de la Avenida Bolívar, como fin de la perspectiva, como guardián del lugar, como telón de fondo y de tribuna para las hipotéticas “reuniones” de su anteproyecto.

Antes de inaugurado (26/8/1945) el Bloque 1, la plaza y los bloques 2, 3 y 4, las oficinas del Banco Obrero para el proyecto de El Silencio, ocuparon uno de los apartamentos en el segundo piso y en las siguientes semanas fueron trasladados a aquel espacio central del séptimo piso (Cfr. Ilustración ___). La Oficina Técnica dirigida por Villanueva y activada por el excepcional Ingeniero Carlos Blaschitz como Coordinador General de la construcción de la Reurbanización, se instaló así en ese preferencial pent house. El 18 de octubre se vería desde las ventanas y balcones de los bloques, la represión militar y las movilizaciones de ciudadanos inermes, ante el golpe de estado que depuso al Presidente Medina. Unas “reuniones” tal vez previstas por aquel arquitecto de 45 años quien, hacía sólo 7 años, había finalizado sus estudios de Urbanismo en París. Como también había previsto que ese espacio central sería rebasado por las “reuniones” cada vez más concurridas, por lo cual también había agregado para ellas, en su Memoria Descriptiva, la previsión de los espacios libres: “…de la Avenida Bolívar”.

En efecto, sabemos los caraqueños cómo ese fue el nuevo espacio “de reuniones” de los setenta en adelante, después de que los mítines llenaron la Plaza O’Leary, se volcaron al espacio interno entre los edificios bajos del Centro Simón Bolívar, luego saturaron la Plaza Diego Ibarra, hasta tomar la Avenida Bolívar para las mayores concentraciones, primero hasta el Nuevo Circo, luego hasta el Parque Central. Podría afirmarse que ese crecimiento y expansión de las funciones de El Silencio, fue “fríamente calculado” por Villanueva, actitud previsiva que demostraría en sus dos principales proyectos sucesivos, la Ciudad Universitaria y el Plan Nacional de Vivienda, del Banco Obrero.

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Detalle de la fachada del Bloque 1. Tomada del libro de R. Lovera, pag. 120

El Bloque 1, fue también previsto originalmente por Villanueva, para que sus locales comerciales ocupasen la planta baja del cuerpo Oeste. La planta del cuerpo central, en cambio, sería transparente en todo el ancho de su fachada Este y probablemente a doble altura, dejando ver la plaza desde el jardín posterior y a la vez, permitiendo que el espacio fluyera desde éste hacia el espacio central. Un diálogo entre interior y exterior, entre espacio privado y espacio público, un lugar para el intercambio entre residentes y transeúntes, todos habitantes de aquel conglomerado Corazón de la Ciudad. Otra interrelación se verificaría gracias a los locales comerciales, instalados a lo largo de los corredores perimetrales de todos los bloques. Corredores y locales como espacios de intercambio entre los dos tipos de usuario.

El Bloque 1 reunió funciones como Centro Cívico, Centro Comercial y Centro Profesional, pues algunos de sus apartamentos se reservaron para oficinas de instituciones públicas o privadas. Así ocurrió con los dos apartamentos que se unificaron en el piso 6, sumando 222,38 m2 entregados a la recién fundada Línea Aeropostal Venezolana, o los locales que el gobierno solicitó al Banco Obrero para prestarlos a la línea aérea KLM, uno en la planta baja y otro en el piso 1 (R. Lovera, 242). En el sótano de este bloque se había previsto el funcionamiento de un Comedor Popular para 2000 personas. Posteriormente y durante muchos años, funcionaron en la planta baja de la parte central, las oficinas del Instituto Municipal de Crédito Popular, del Municipio Libertador.

Finalizada oficialmente la Reurbanización, se le permite a la Sociedad Venezolana de Arquitectos-SVA, recién fundada el 4 de julio de ese año, la utilización del piso 7 del Bloque 1, de donde será trasladada en 1953 al piso 9 del nuevo edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Debemos suponer que en el Bloque 1 convivió la SVA durante un tiempo con el personal del Banco Obrero que fue mudado desde el piso 2 a aquel local privilegiado de 300 m2 en el piso 7. La pertenencia de Villanueva a ambas instituciones, hace suponer que aquella fue una convivencia “natural”, aunque no hemos encontrado –para la realización de este artículo- alguna constatación de esta suposición. En 1950, la Sala Técnica del Banco Obrero transforma la Oficina para la Reurbanización en el Departamento de Arquitectura del Banco Obrero, dentro de cuya estructura es fundado el Taller de Arquitectura del Banco Obrero-TABO, como paso previo a la realización del Plan Nacional de la Vivienda (1951-1955) y en estrecha relación con la Comisión Nacional de Urbanismo. El TABO creó y dirigió desde el PH del Bloque 1, la construcción de los urbanismos y viviendas de aquel Plan Nacional que en 17 ciudades venezolanas alcanzaron records de construcción habitacional en América Latina.

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Sede Banco Obrero. Bloque 1 El Silencio. Tomada del libro de R. Lovera, pag. 259

Además de sus actividades naturales, el TABO congregó a sectores emergentes de la cultura y el arte nacionales, realizando en ese local lecturas de poesía, representaciones teatrales o de danza. El ambiente de trabajo en aquel penthouse, con mobiliario en gran parte diseñado por el arquitecto Carlos Celis Cepero, era animado por la música clásica proveniente de los discos aportados por él mismo. Reuniones nocturnas con pintores del grupo de Los Disidentes (Carlos González Bogen y Mateo Manaure), junto con la venezolana Belen Núñez (Danza), Juana Sujo (Teatro), Violeta Roffé (escritora y editora de Cruz del Sur, la primera revista venezolana que tuvo una sección de arquitectura). Alguna vez el Presidente del Banco Obrero, Julio Bacalao Lara, irrumpió en el penthouse, alarmado por las actividades extras que allí se hacían hasta altas horas de la noche (Narrado por C. Celis C. en PUNTO, 66-67. Cfr.). Hasta 1967 existió el TABO, cuando fue sustituido por la Unidad de Diseño en Avance, dirigida por el joven arquitecto Henrique Hernández, en la misma sede del Bloque 1.

En cambio, quinientos metros cuadrados del sótano del Bloque 7, fueron alquilados en 1952, a cuotas irrisorias (120 Bs mensuales), al grupo Los Disidentes, quienes ya habían publicado durante cinco meses de 1950, su revista homónima; y gracias a la estrecha relación establecida por Carlos González Bogen y Mateo Manaure con Villanueva y Celis Cepero. En aquel sótano fundaron la Galería Cuatro Muros, que se prolongaba a los patios y jardines interiores del bloque durante sus actividades. Allí se realizó la primera colectiva de aquellos pintores que regresaron al país después de 1952, Manaure, González Bogen, Alejandro Otero, Pascual Navarro, Perán Erminy, Luis Guevara Moreno, Armando Barrios, Miguel Arroyo, Oswaldo Vigas y otros, en lo que se considera que fue la Primera Exposición de arte abstracto realizada en Venezuela. Algunos de ellos comenzaron enseguida a colaborar en la Ciudad Universitaria en construcción.

Un aspecto que no puede faltar al recordar la importancia de la arquitectura del Bloque 1 y de El Silencio, es el que señaló el propio Villanueva en su Memoria Descriptiva de mayo de 1942: el Bloque 1 tendría locales comerciales en Planta Baja, solamente en su parte Oeste (Nota 1). Esta especificación de Villanueva, confirma lo aquí narrado sobre la transparencia del cuerpo central en su planta baja, desde la fachada Este hasta El Calvario. Y así lo comentará Villanueva años después a Celis Cepero, en las oficinas del TABO, quejándose de que fue prácticamente constreñido por las autoridades del Banco Obrero a habilitar locales comerciales también en ese Cuerpo Central. Villanueva ratificó a Celis la vocación interespacial de esa planta libre, lamentando la decisión adoptada al rellenarla para locales. Pocos años después de El Silencio, Villanueva lograría concretar ese recurso de fluidez espacial y visual, al levantar sobre pilotís el Museo y las cuatro Residencias estudiantiles de la Ciudad Universitaria. Es triste constatar que en estos cinco casos, también fueron después ocupados los espacios fluidos por la implacable mampostería, dejando para alguna otra ocasión la materialización de aquel “punto Lecorbusiano número cinco”.

Al Bloque 1, en fin, se le asignó el nombre de Carlos Raúl Villanueva el 4 de julio de 1974, Día del Arquitecto, que había sido instituido por la Sociedad Venezolana de Arquitectos en 1945.

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(Nota 1). “Se han previsto en el Proyecto locales comerciales en las plantas bajas de los bloques 2 y 3; lado oeste del Bloque 1; lados adyacentes a la avenida San Martín y toda la planta baja de los bloques 6 y 7, y el lado este del Bloque 5.” (Lovera: 80. Subry. d. R.).

(La perspectiva del conjunto de la Reurbanización El Silencio, al inicio del artículo, fue tomada de google.com. Los editores).

 

Referencias documentales y bibliográficas
AA.VV. El Plan Rotival. La Caracas que no fue. 1939/1989, un plan urbano para Caracas. Caracas: Instituto de Urbanismo/FAU/UCV, 1989

Bergamín, Rafael. 20 años en Caracas. 1938-1958. Madrid: Ed. del autor/Gráficas Reunidas, 1959.

Colmenares, José Luis. Carlos Guinand Sandoz. Caracas, CLADERCA: Col. Documentos para la historia de la arquitectura venezolana contemporánea, 1989.

De Sola, Ricardo, La Reurbanización de “El Silencio”. Crónica 1942-1945. Caracas: Fundacomún, 1988, Armitano s/f. (Reedición)

González Casas, Lorenzo / Henry Vicente et alt., “La Sociedad Venezolana de Arquitectos”. Revista entre rayas, la revista de Arquitectura. Caracas, Grupo Editorial Entre Rayas: N° 84, julio-agosto 2010, pp. 22-29.

Guzmán, Patricia. “El Silencio: Trinchera de ‘Los Disidentes’ o la sucursal de París”, en AA.VV. El Silencio y sus alrededores. Imagen del pasado y presente en una zona de Caracas. Caracas, Fundarte: 1985, pp. 41-68.

López Villa, Manuel. Arquitectura e Historia. Curso de Historia de la Arquitectura. Caracas: CDCH/Universidad Central de Venezuela, 2003, Vol. II.

Martín Frechilla, Juan José. Planes, planos y proyectos para Venezuela: 1908-1958 (Apuntes para una historia de la construcción del país). Caracas: Col. Estudios, CDCH/Universidad Central de Venezuela, 1994.

Revista PUNTO, “Conversaciones sobre el T.A.B.O. Taller de Arquitectura del Banco Obrero”. Revista PUNTO, Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo: NN. 66-67, diciembre 1996, pp.73-80.

Villanueva, Carlos Raúl, Caracas en tres tiempos. Caracas: Comisión de Asuntos Culturales del Cuatricentenario de Caracas, 1966 (Gobernación DF, 1983)
.—- La Vivienda Popular en Venezuela 1928-1952. Caracas: Banco Obrero, s/f. (1952)
.—- La Caracas de Ayer y de Hoy. Su Arquitectura Colonial, la Reurbanización de El Silencio. París: Draeger Freres Imprimeurs, 1950.

Villanueva, Paulina y Maciá Pintó, Carlos Raúl Villanueva. Caracas/Madrid: Alfadil/Tanais, 2000. Fotografías: Paolo Gasparini et alt. Documentación: Fundación Villanueva, Caracas.

Zawisza, Leszek. “El Silencio: Arquitectura y urbanismo”, en AA.VV. El Silencio y sus alrededores. Imagen del pasado y presente en una zona de Caracas. Caracas, FUNDARTE: 1985, pp. 87-90.

 

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Juan José Pérez Rancel
Arquitecto UCV, 1977.
Profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, 1981-2015
Doctorado en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Universidad de Florencia, 1993-1997
Premio Nacional al Mejor Trabajo de Investigación en Ciencias Sociales, FONACIT, 2005.
jjprancel@gmail.com

 

La redacción de la revista, a petición del Arq. Juan José Pérez Rancel, incluye el siguiente texto aclaratorio enviado por el Arq. Alfredo Cilento el 1 de septiembre de 2015.

En el artículo de JJ Pérez Rancel sobre los 70 años de El Silencio, el párrafo siguiente es totalmente errado.
«Hasta 1967 existió el TABO, cuando fue sustituido por la Unidad de Diseño en Avance, dirigida por el joven arquitecto Henrique Hernández, en la misma sede del Bloque 1.»

Cuando cayó Pérez Jiménez en 1958 ya no existía el TABO (duró poco) los últimos superbloques y unidades vecinales estaban a cargo de la Sala de Proyectos del Departamento Técnico del BO, de la cual Carlos Raúl Villanueva era también asesor (ver artículos de Beatriz Meza sobre el TABO). En 1961, cuando Henrique Hernández regresó de Inglaterra, con la idea de un programa experimental para el desarrollo de sistemas constructivos, ingresó a la Oficina de Programación y Presupuesto (OPP) cuyo Jefe era Alfredo Cilento. Con la oposición del Departamento Técnico y el apoyo de Leopoldo Martínez Olavarría (Director del BO) creamos la Unidad de Diseño en Avance (DeA) con el fin de desarrollar el programa propuesto por Henrique, quien se hizo cargo de la organización del concurso de ideas y del desarrollo y ejecución del Programa Experimental de Viviendas de San Blas, Valencia. En el equipo inicial de proyecto además de Henrique Hernández estaban Mariano Goldberg, Carlos Becerra, Jorge Castillo, Mary Luz Bascones, el Ing. Rigoberto Vera y el Dr. Waclaw Zalewski como asesor.
En 1964, cuando el Programa Experimental de San Blas estaba ya concluyéndose, la DeA se transformó en Sección de Diseño en Avance e Investigación (SDAI) bajo la dirección de Mariano Golberg. Henrique Hernández prefirió hacerse cargo del proyecto de la Urbanización Piloto La Isabelica, también en Valencia, en la que se aplicarían los sistemas constructivos desarrollados en San Blas. Henrique se trasladó a Valencia para la realización del proyecto y coordinación de la construcción. En 1967, cuando yo renuncié a la jefatura de la OPP, Henrique Hernández estaba todavía en Valencia. En 1969 con el cambio de gobierno la SDAI del BO fue eliminada. En 1971, luego de la Renovación, Henrique Hernández, Carlos Becerra y Alfredo Cilento comenzaron a dar los primeros pasos para crear el IDEC a fin de rescatar las ideas de DeA en la FAU-UCV.
Por cierto a principios de los 60 todos en la OPP éramos muy jóvenes, Henrique Hernández que era el mayor apenas pasaba los 30 años.

Saludos,
Alfredo Cilento
Profesor del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción (IDEC)
Universidad Central de Venezuela (UCV)

3 thoughts on “70 años de la inauguración de la Reurbanización El Silencio

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