Hace algunos días escuchaba en el aeropuerto a un grupo de personas hablando acerca de las rentabilidades en los distintos mercados inmobiliarios, en los cuales está de moda invertir.
Se escucharon lugares como Miami, Madrid, Barcelona (España), Panamá, Costa Rica, Chile, Buenos Aires, Aruba, Santo Domingo, Curazao, San Bart, New York y así, decenas de sitios, que demuestran la internacionalización en los criterios de inversión; así como el grado de especialización de venezolanos aventureros y analíticos de la dinámica inmobiliaria mundial.
Sin embargo, en la extensa espera de la salida del vuelo y luego de un rato en donde cada persona expresó sus criterios; a uno de ellos, el mas callado, se le solicitó su opinión… Un poco dubitativo y esquivo, no sabía cómo responder sin parecer que podría o bien haber perdido la razón, o estar bromeando… Pensó como saldría del problema, pues actualmente nuestro País se ha convertido en una teorización constante con toques de ideología; en hipótesis que nunca se dan; consultas astrológicas, las opiniones incuestionables de Mister Popo (que para miles son verdades unívocas) o en las fábulas y mitos, que ante la incredulidad de que sucedan, resultan ser la realidad incomprensible desde cualquier análisis racional o lógico. Es decir, pasa en la realidad física y todavía nos negamos a creerlo. El realismo mágico que definitivamente nos caracteriza.
Recordé, de mis días de universidad, una interesante charla acerca de “cuentos latinoamericanos”, donde uno de los panelistas respondiera a mi pregunta de cómo explicaría él a Venezuela; con una anécdota muy pintoresca:
«El afamado profesor relató su búsqueda de un particular libro por los puentes del centro de Caracas… Todos sus colegas, familiares y amigos le insistían que no siguiera perdiendo el tiempo, que jamás lo encontraría; pero un día se topó con el ejemplar que por años buscó. De inmediato preguntó el precio al vendedor y éste le dijo, en aquel entonces, -20 Bs, señor-… El profesor urdió en su billetera y contaba sólo con 10 Bs, con los cuales, además, debía sufragar almuerzo y pasaje de retorno a su hogar… Desesperanzado, pues sabía que sino lo compraba su fe, tiempo y búsqueda se habría perdido, optó por otearlo un rato para darse un placer momentáneo en su ansiada lectura, mientras manejaba su frustración por no poderlo pagar. Cuando terminó el capítulo 1, sorpresivamente se le aparece entre las páginas un billete de 20 Bs… Miró a los lados, incluso hacia arriba y lo tocó para convencerse de que no era una fotografía en el libro; –¿se trataría de una broma o de una trampa?-, se preguntaba; –quizás un “paquete chileno”!!!-, reflexionó… Miró fijamente al vendedor, quien no entendía porque lo observaban rigurosamente. Es decir, la duda, la ansiedad, lo inexplicable; el `insólito universo´ de su vivencia no podía pertenecer al campo de la lógica, lo racional, lo acostumbrado, lo posible, lo proyectado e incluso lo fortuito… El vendedor se dirigió hacia él; el Profesor no sabía si correr, gritar, llevarse el libro, esconder el billete. Fueron segundos de profunda desesperación y cuando estuvo a escasos centímetros, el vendedor le preguntó si querría el libro; con su voz diminuta y su mano trémula, le dijo –sí lo quiero-. El vendedor lo tomó, vio el billete de 20 Bs entre las páginas, lo sacó, colocó el libro en una bolsita, se lo entregó y le dio las gracias por la compra. Obviamente pensó que el Profesor lo colocó allí. El Profesor se dio la vuelta, apretó el paso, miraba hacia atrás para cerciorarse de que no lo seguían y se fue a su casa, donde después de unos días, logró sentirse a salvo. Comentó que no volvería a esos puentes por unos meses.»
El hombre del Aeropuerto tenía esa mirada; ya que la experiencia que relataría pertenecía a ese ámbito incomprensible de la realidad que sucede, pero no tiene cimientos en el pensamiento racional científico con el que nos educamos y desarrollamos en sociedad.
Comenzó entonces su historia de que en los últimos 10 años ante la huída despavorida de miles de venezolanos; el miedo, la queja y crítica patológicas, las restricciones en el cambio de las divisas, los controles gubernamentales, el cambio de la base imponible de los impuestos por el enriquecimiento neto gravable, que no reconoce además la inflación acumulada y pare Usted de contar normas que espantarían a cualquier inversionista medianamente sensato; él habría hecho las mejores operaciones inmobiliarias de su vida, considerando que ningún País es como Venezuela para arriesgarse e invertir e incluso experimentar cambios tan mitológicos como la anécdota del profesor. Mas aún en éste preciso momento donde para muchos se estaría definiendo por completo el futuro del País. La incertidumbre extrema, genera profundas grietas y espacios; peligrosos sí, pero con personas dispuestas a recorrerlos y capitalizar su valor.
Su comentario inteligente fue que el futuro siempre es incierto y sólo tenemos potestad sobre el presente y que en éste presente las oportunidades inmobiliarias saltan a la vista de quien se dispone a verlas, sin la bruma del pesimismo… Y todas ellas están en Venezuela: el mejor lugar del Mundo para invertir…
César García Urbano Taylor
Abogado egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (1999). Corredor Certificado por la Cámara Inmobiliaria de Venezuela (2000-2001). Especialización en Derecho Corporativo. Universidad Metropolitana (2007). Diplomado en Historia de Venezuela. UNIMET (2009). Diplomado en Estudios Latinoamericanos. UNIMET (2010). Diplomado en Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias UCAB (2009-2010). Maestría en Gerencia, Dirección y Gestión de Empresas Constructoras e Inmobiliarias. Universidad Politécnica de Madrid. Mención Sobresaliente (2009-2010).
cesarsgu@gmail.com
Estos artículos me encantan.
Escribir así acerca de Venezuela cuando muchos huyen de ella es alentador.
Tantos que le han hecho daño tras la apariencia de empresarios y lo que han hecho es dañar a miles.
Hay que rescatar la esencia de lo que significa ser venezolano y de lo que es emprender.
Si podemos de la mano de personas serias con actos, no de la boca para afuera y además con compromiso, en los momentos que realmente se requiere, no cuando todo está bien
Utópica visión.
Hay que resolver mucho antes de que Venezuela sea el mejor lugar del mundo para invertir. Sin embargo conozco de casos exitosos que se la juegan y salen victoriosos con ganancias que en ningún otro lugar. El extremo, los desequilibrios, la falta de reglas claras da una suerte de casino y aquí los que invierten más que empresarios son jugadores y como en el casino, si sabes la técnica del juego, times suerte y no te importa perderlo todo, porque estás convencido que lo ganarás todo, te lanzas al juego.
Invertir en Venezuela es para aventureros, jugadores, conquistadores ; como los que hace 500 años salían de la seguridad de su conyienente en búsqueda de riqueza, fama y todo lo que no lograban a en su País. Seguimos siendo un territorio de explotación, explotación y aventura sin límite; seguimos siendo conquistados por aventureros, hoy empresarios que se arriesgan en estas latitudes y en estos tiempos
Estos artículos deberían ser masivos. Basta ya de colocar a Venezuela como uno de los peores lugares del mundo.
En tragedias se hacen cosas grandes.
Los fatalistas; que cada son más, deberían aprender. Hay lugares con peores uy más problemas que nosotros y no obstante se hable de ello; no abundan los articulistas del desastre.
Sigue encontrado lo bueno
Estos son los venezolanos que merecen guiar a este País . Personas que realmente sienten a Venezuela como lo que es «lo mejor del Mundo». Es una maravilla. Que bien
Muy buena visión de País. Lo felicito.